lunes, 6 de julio de 2009

Oído atento al cielo

La Palabra de Dios contiene todo lo que usted necesita para tener una vida cristiana victoriosa, pero no tendrá efecto en ella si sólo la deja sobre la mesa del café. Nunca producirá un buen resultado en su vida a menos que la plante en su corazón y la cultive.

"Yo (Pablo) planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios" (1 Corintios 3:6-9).

La palabra labranza puede sonar ambigua para algunos. Otras versiones de la Biblia traducen la palabra labranza como finca o huerto. Así que si tenemos en cuenta esto, Pablo decía que la iglesia en Corinto era el huerto de Dios.

Bueno, si eso se refiere a la iglesia contemporánea, decimos que es cierto; nosotros somos el huerto o la finca de Dios. La persona que trabaja una huerta o el granjero que cultiva la tierra, por eso Pablo dijo como colaborador de Dios "yo planté". Pero la semilla que Pablo plantó era la Palabra de Dios.

En Lucas 8:5-18 Jesús se refiere a la parábola del sembrador, y al explicársela a los discípulos dijo: "La semilla es la Palabra de Dios" (v. 11). Ahora, miremos esta parábola en el Evangelio de Marcos ya que aquí se da una explicación un poco más detallada del relato. "Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar; y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron. Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz se secó. Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta y a ciento por uno" (Marcos 4:3-8).

Ya ve, no todos los diferentes tipos de suelo produjeron un céntuplo (v. 8). Supongo que cada una de ellas hizo lo mejor para dar crecimiento. Pero gracias a Dios, la buena tierra produjo fruto a ciento por uno. Depende de usted, decidir qué clase de tierra quiere ser. No depende de Dios.

Recuerdo que hace años, mientras predicaba en cierto lugar, parecía que esto no daba resultado, que no daba fruto suficiente. Así que comencé por orar y ayunar un poco más. Entonces, un día, el Señor me dijo: "Te he dicho hace tiempo que sólo una de cada cuatro personas comprenderá lo que les dices".
Yo le dije: "¿Qué?"

El Señor dijo: "Te he dicho hace tiempo que solo una de cada cuatro personas comprenderá lo que les dices, y que de esos uno de cada cuatro que comprenda, solo un tercio dará fruto por completo o a cientos...".

Bueno; yo no entendí enseguida lo que Él me decía, así que le pregunté: "¿De qué estás hablando?"

Luego el Señor me hizo una pregunta: "¿Recuerdas la parábola del sembrador?"
"Sí", le dije, "la recuerdo."

Luego el Señor me explicó esa parábola: "El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino y fue hollada, y las aves del cielo la comieron". Esos son una cuarta parte de los que han oído la Palabra, pero no la entendieron, porque el diablo vino y se las arrebató. Por supuesto, ellos tuvieron que permitirle eso porque el diablo no puede robarte a menos que se lo permitas (1 Pedro 5:8).

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