martes, 4 de mayo de 2010

LA BIBLIA CONDENA ALA INVOCACION A LOS MUERTOS

Ciertamente, en la condena general de la hechicería (Dt 18, 9-15), la Biblia no distingue entre varones y mujeres. Pero después, en concreto, da la impresión de que la misma Biblia insiste en la existencia de un conocimiento sacral, de hechicería, más vinculado a las mujeres. Así lo indica de un modo tajante y abrupto el Decálogo social y sacral de Lev 22, 17-30, incluido en el Código de la Alianza: “No dejarás con vida a la hechicera (mikaspah)” (Ex 22, 17). Significativamente, ésta es la primera de una serie de leyes básicas que sirven para poner de relieve la santidad de Israel, como pueblo que quiere separarse de otros por sus prácticas sociales y sacrales.

Pues bien, al principio de esa ley de santidad está la condena de las mujeres hechiceras, entendidas como peligrosas para la santidad de Israel. ¡Para ser santos según el Yahvé de este Israel hay que matar a las que entienden la santidad de otra manera!

Si el Código de la Alianza condena de esa forma a las hechiceras es que tiene “miedo de ellas”, pues representan una sacralidad femenina que la Biblia judía ha juzgado peligrosa. La práctica de las “hechiceras”, a las que se alude aquí, pueden ser la recogida en Dt 18, 9-12 (vaticinadores, astrólogos, agoreros, hechiceros, evocadores de espíritus, adivinos, nigromantes), y en Lev 20, 6.27 (nigromantes, adivinos, hechiceros), que han de ser condenados a muerte.

En este contexto, condenar la hechicería implica matar a la hechicera, cerrando así en falso (con sangre) un camino que, recorrido de otra manera, podía ser bueno. Pues bien, a pesar de ello, la misma Biblia recoge una figura de hechicera-nigromante y lo hace en forma parcialmente positiva:

Samuel ya había muerto, y todo Israel había lamentado su partida. Lo habían sepultado en su ciudad, en Ramá. Y Saúl había quitado del país a los que evocaban a los muertos y a los adivinos (a los “conocedores). Los filisteos se reunieron, vinieron y acamparon en Sunem. Saúl reunió a todo Israel, y ellos acamparon en Gilboa. Al ver Saúl el campamento de los filisteos, se atemorizó, y su corazón se estremeció en gran manera. Entonces Saúl consultó a Yahvé, pero Yahvé no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por los profetas.

Entonces Saúl dijo a sus servidores: Buscadme una mujer que sepa evocar (=hacer subir) a los muertos, para que yo vaya a ella y consulte por medio de ella. Sus servidores le respondieron: He aquí que en Endor hay una mujer que sabe evocar a los muertos. Saúl se disfrazó poniéndose otra ropa, y fue con dos hombres. Llegaron de noche a la mujer, y él dijo: Por favor, evócame a los muertos y haz que suba quien yo te diga. Pero la mujer le respondió: Tú sabes lo que ha hecho Saúl; cómo ha quitado del país a los que evocan a los muertos y a los adivinos. ¿Por qué, pues, me pones una trampa para causarme la muerte?

Saúl le juró: ¡Vive Yahvé, que ningún mal te vendrá por esto! Entonces la mujer preguntó: ¿A quién haré que suba? Él respondió: Haz que suba Samuel. La mujer, cuando vio que aparecía Samuel, gritó con mucha fuerza y habló a Saúl diciendo: ¿Por qué me has engañado? ¡Tú eres Saúl! El rey le dijo: No tengas miedo. ¿Qué has visto? La mujer respondió: He visto un ser divino (un elohim) que sube de la tierra. Entonces él le preguntó: ¿Qué aspecto tiene? Ella respondió: Sube un hombre anciano, envuelto en un manto. Saúl supo que era Samuel, e inclinando el rostro a tierra se postró.

Entonces Samuel preguntó a Saúl: ¿Por qué me has molestado haciéndome subir? Saúl respondió: Estoy muy angustiado, pues los filisteos combaten contra mí, y Dios se ha apartado de mí. No me responde más, ni por profetas, ni por sueños. Por esto te he llamado, para que me declares lo que tengo que hacer. Entonces Samuel dijo: ¿Para qué me preguntas a mí, Yahvé se ha apartado de ti y se ha vuelto tu adversario? (1 Sam 28, 3-16).

Se le suele llamar la pitonisa, pero es una nigromante o médium, capaz de evocar a los muertos. Significativamente es una mujer, como sucedía y sucede hoy todavía, pues se piensa que las mujeres saben dialogar mejor con los que han muerto, mientras los varones son más propensos a matarles.

La misma mujer afirma que el rey Saúl ha prohibido la evocación de los muertos (en la línea de Dt 18, 9-12 y Lev 20, 6), pues, desde una perspectiva israelita, él supone que ellos no son “dioses” o seres divinos con quienes uno se puede poner en contacto, sino simplemente personas que ya han fallecido y no pueden situarse en el lugar de Dios, el único ser “sobrenatural” con quien un creyente debe comunicarse. Desde esa perspectiva se dice que Israel es religión “de vivos” (es decir, del contacto de Dios con los vivos) y no de veneración religiosa de los muertos, en contra de las culturas del entorno que han tendido a divinizar a los muertos (aunque ésta es una afirmación que debería matizarse).

Fiel a la tradición yahvista, Saúl había prohibido la veneración y evocación de los muertos. Pero, llegado el peligro, cuando él mismo se descubra amenazado por la muerte, sentirá la necesidad de consultar con poderes “sobrenaturales”, pues su Dios Yahvé no le responde “ni por sueños, ni por los Urim, ni por los profetas”. Por eso, no pudiendo conectar con Dios utilizando los medios normales, admitidos en ese momento por el yahvismo (sueños o suertes sagradas, oráculos proféticos), acude a una evocadora de muertos, aunque él mismo las haya condenado.

La práctica de la invocación de los muertos se sitúa muy cerca de la invocación de los espíritus, pues entre muertos (metim) y espíritus (´obim) hay una gran continuidad (casi identidad), como saben los “hechiceros” antiguos (Dt 18, 11) y modernos. Los evocadores de espíritus y muertos suelen ser sobre todo mujeres expertas en la comunicación con las fuerzas profundas y sagradas de la naturaleza, a las que ponen (=dicen poner) al servicio de los vivos. Sólo una persona experta, en comunicación con el misterio profundo puede ponerse en contacto con los muertos, a través de visiones y evocaciones. Saúl, hombre fuerte, austero yahvista, no tiene más remedio que pedir la ayuda de una mujer como ésta, para que ilumine su camino, poniéndole en contacto con el profeta Samuel, ya muerto, que le había coronado rey, pero que después le ha rechazado.
El texto supone que no se debe evocar a los muertos (¡sólo hay que invocar a Yahvé!), pero que de hecho puede hacerse y hacerse con éxito, pues la médium de Endor consigue que el espíritu de Samuel ascienda como un “dios” (un elohim) y converse con Saúl, para decirle las mismas palabras que solía decirle cuando estaba vivo y para anunciarle su muerte. El argumento principal del relato no está en que la “médium” evoque al espíritu de Samuel y converse con él, sino que el mismo Saúl, un rey yahvista, se introduzca en la trama de esta evocación y, guiado por una mujer, conversa con Samuel.

Esta “conversación” de Saúl con

el espíritu de Samuel, ya muerto constituye uno de los momentos más dramáticos de la historia de Israel, tal como aquí aparece guiada e interpretada por una mujer (esta médium de Endor). Como he dicho, la Biblia judía condena la evocación de los muertos, pero supone que es posible y que, en un caso como éste, puede tener éxito. El texto no dice si esa “médium” es israelita o cananea, no juzga su conducta; simplemente cuenta lo que, a su juicio ha pasado: ella ha puesto a Saúl en contacto con Samuel. Pues bien, al final de la escena, una vez que Saúl ha escuchado la condena de Samuel y queda abatido en el suelo, ella, la misma médium le hace volver a la realidad, invitándole a que asuma su destino:

Acercóse la mujer donde Saúl, y viendo que estaba tan conturbado, le dijo: «Tu sierva ha escuchado tu voz y he puesto mi vida en peligro por obedecer las órdenes que me diste. Escucha, pues, tú también la voz de tu sierva y permíteme que te sirva un bocado de pan para que comas y tengas fuerzas para ponerte en camino». Saúl se negó diciendo: «No quiero comer». Pero sus servidores, a una con la mujer, le insistieron hasta que accedió. Se levantó del suelo y se sentó en el diván. Tenía la mujer en casa un ternero cebado y se apresuró a degollarlo. Tomó harina, la amasó y coció unos ázimos. Lo sirvió a Saúl y sus servidores, comieron y levantándose se marcharon aquella misma noche (1 Sam 28, 21-25).

Esta médium es capaz de poner a los vivos en contacto con los muertos, pero, al mismo tiempo, es realista y sabe decir su palabra de juicio y exigencia al mismo rey abatido, incapaz de levantarse y luchar por su pueblo, como era su deber en aquel momento. De esa forma, ella se convierte en animadora de vivos, diciendo a Saúl lo que debe hacer, como persona y como rey. No evoca a los muertos para apartar a los vivos de sus tareas en la historia, sino para que ellos vean con más profundidad esa historia, es decir, para que asuman la tradición y tareas que vienen del pasado, comprometiéndose de un modo más intenso en la exigencia del futuro.

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