
El Papa y los concilios de la iglesia decían que negaban la doctrina de la Trinidad, la Sagrada Comunión y el Matrimonio, así como también la doctrina de la muerte y la Resurrección de Jesucristo. En el Concilio de Toulouse (1119), El Papa Calixto II, y a continuación en 1139 el Papa Inocencio II, les excomulgaron. Finalmente, en 1209, el Papa Inocencio III ordenó una cruzada contra ellos. La guerra duró veinte años.
La obstinación de la cruenta lucha contra los Albigenses está aclarada en parte por el hecho de que los Albigenses fueron ayudados en su guerra contra el Papa por los señores feudales locales del sur de Francia.

Sucedió una lucha entre los señores del sur de Francia y el Papa, quien fue sustentado por los señores del norte.
Francia del norte estaba en conflicto con el sur, que al ser económicamente más desarrollado, eran, por consiguiente, una amenaza para éstos. Los ejércitos del norte estaban bajo la dirección de Conde Simón de Montfort y los legados papales. Cuando los grandes ejércitos del norte tomaron la ciudad de Béziers, mataron a 20.000 Albigenses.
En el transcurso de la lucha resultante centenares de miles cayeron. Las provincias de Provenza y Languedoc fueron devastadas. La paz no fue concluida hasta 1229. A consecuencia de las guerras en contra de los Albigenses el sur rico fue destruido y los territorios de la corona francesa extendidos.
Los cátaros Albigenses tenían una forma de religión maniquea, es decir, el bien y el mal como polos diferenciados y creían que aparte de éstos no había más. Las cosas eran buenas o malas. Denuncian a los sacerdotes corrompidos y esto hace temblar los cimientos de la Iglesia. La herejía comienza en el norte de Francia y la región del Rin alemán. Aquí se logró contenerla, pero se extiende incontenible por el sur de Francia y el Norte de Italia.

Esto recibe el nombre de milenarismo. Creían que todos los hombres eran iguales y que que no se necesitaban ni los ritos ni los diezmos y que esto sólo servían para mantener a una clase corrupta que no tenía nada que ver con el pueblo. Pero esto se quedaba en la teoría. Lo cierto es que el catarismo quiso ser una religión separada, teniendo sus obispos, nobles y estados.
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