«Robé centrales telefónicas enteras sólo para divertirme»
El "hacker" más famoso de la Red habla de la última oleada de ataques informáticos: "No es un trabajo de auténticos hackers. Falta sofisticación y elegancia. Cualquier estudiante podría haberlo hecho»
NUEVA YORK.-
El hombre calificado por la prensa de EEUU como el hacker más buscado del planeta, Kevin Mitnick, está en la calle. Según las autoridades estadounidenses, es culpable de haber violado los sistemas informáticos de más de 35 multinacionales durante 13 años, ocasionándoles pérdidas de casi 50.000 millones de pesetas. En su primera entrevista tras salir de la cárcel, donde ha permanecido cinco años, ya tiene palabras para la última oleada de ataques a la Red: «Pudieron ser chicos buscando emociones fuertes los que provocaron el caos en Internet. O yuppies sin escrúpulos para ganar en Bolsa, anticipándose a la caída de valores. Lo cierto es que no es un trabajo de auténticos hackers. Falta sofisticación y elegancia. Cualquier estudiante podría haberlo hecho».
Pregunta.
¿Qué diferencia existe entre usted y esos hackers aficionados?
Respuesta. Mi especialidad era copiar los masters originales de los teléfonos móviles. Estaba fascinado por las telecomunicaciones y quería saber cómo funcionan por dentro. Incluso cuando robé centrales telefónicas enteras lo hice por divertirme y como un desafío intelectual, pero nunca para obtener un beneficio. He llegado a conseguir los números privados de las grandes estrellas de Hollywood, desde Bruce Springsteen a Madonna. Pude haber llamado incluso a Bill Clinton, pero no lo hice para no alertar a los servicios secretos.
P. Según las autoridades americanas, es usted el hacker más peligroso de la historia.
R. Eso es un mito, que comenzó con una serie de artículos firmados por John Markoff en la portada de The New York Times, llenos de acusaciones falsas y difamatorias, que más tarde fueron desmentidas por las propias autoridades. Markoff me la tenía jurada porque me negué a colaborar en su libro y creó el mito de Kevin Mitnick, para transformar Takedown [su libro] en un bestseller.
P. ¿Por qué le persiguen entonces las autoridades?
R. Las autoridades aprovecharon la ocasión para transformarme en el chivo expiatorio de todos los hackers de la tierra. Y para autojustificarse, exageraron hasta lo inverosímil el daño que pude causar, que está muy por debajo de los cientos de millones de dólares que el Gobierno me imputa.
P. ¿Cómo han llegado a imputarle esa cifra?
R. Le pidieron a las 35 compañías que les proporcionasen no tanto las cifras de daños reales que pude haber ocasionado, sino también los fondos utilizados por sus investigadores para elaborar el software que copié, un software que nunca vendí a nadie y del que no saqué beneficio alguno. Mi supuesto robo no ha impedido a compañías como Motorola y Nec seguir cosechando enormes beneficios con su software.
"Nunca fui capaz de robar dinero. Y eso que hoy podría ser multimillonario y vivir el resto de mis días al sol del Caribe. Pero mi conciencia me lo impidió. Y estoy orgulloso de mi conciencia"
P. ¿Por qué nunca le sacó provecho a su enorme talento informático?
R. Porque mis valores éticos me lo impiden. Unos valores que heredé de mis padres, judíos de origen ruso, que me educaron en el rigor moral. Nunca fui capaz de robar dinero. Y eso que hoy podría ser multimillonario y vivir el resto de mis días al sol del Caribe. Pero mi conciencia me lo impidió. Y estoy orgulloso de mi conciencia.
P. Según algunas, sus motivaciones son también ideológicas.
R. Confieso que no sentía remordimiento alguno cuando atacaba a compañías monolíticas y riquísimas, dedicadas a extraer el máximo beneficio de sus clientes. Pero siempre actué en solitario y nunca formé parte de un grupo político. Lo que me impulsaba era más bien la euforia del descubrimiento científico, el placer mental que se experimenta cuando se resuelve un dificilísimo problema matemático.
P. ¿Es verdad que detrás de los últimos ciberataques hay un movimiento juvenil de contestación y protesta parecido al del mayo del 68?
R. Estoy totalmente convencido de ello. Internet es un nuevo medio de asociación y de libertad de expresión y pensamiento, que será utilizado cada vez más como una aldea global, sobre todo en Europa, donde el activismo informático es más vivo.
P. ¿Qué va a hacer ahora?
R. Me gustaría encauzar mi talento para ayudar a la comunidad a defenderse de los hackers, pero el Gobierno me lo impide. Las restricciones impuestas por mi libertad vigilada, durante los próximos años, son increíbles. No puedo encontrar trabajo ni siquiera en un MacDonalds. Ni matricularme en la Universidad o en sitio alguno donde haya ordenadores. También me están prohibidos los teléfonos móviles y las agendas electrónicas. Ya comienzo a tener crisis de abstinencia informática.
El "hacker" más famoso de la Red habla de la última oleada de ataques informáticos: "No es un trabajo de auténticos hackers. Falta sofisticación y elegancia. Cualquier estudiante podría haberlo hecho»
NUEVA YORK.-
El hombre calificado por la prensa de EEUU como el hacker más buscado del planeta, Kevin Mitnick, está en la calle. Según las autoridades estadounidenses, es culpable de haber violado los sistemas informáticos de más de 35 multinacionales durante 13 años, ocasionándoles pérdidas de casi 50.000 millones de pesetas. En su primera entrevista tras salir de la cárcel, donde ha permanecido cinco años, ya tiene palabras para la última oleada de ataques a la Red: «Pudieron ser chicos buscando emociones fuertes los que provocaron el caos en Internet. O yuppies sin escrúpulos para ganar en Bolsa, anticipándose a la caída de valores. Lo cierto es que no es un trabajo de auténticos hackers. Falta sofisticación y elegancia. Cualquier estudiante podría haberlo hecho».
Pregunta.
¿Qué diferencia existe entre usted y esos hackers aficionados?
Respuesta. Mi especialidad era copiar los masters originales de los teléfonos móviles. Estaba fascinado por las telecomunicaciones y quería saber cómo funcionan por dentro. Incluso cuando robé centrales telefónicas enteras lo hice por divertirme y como un desafío intelectual, pero nunca para obtener un beneficio. He llegado a conseguir los números privados de las grandes estrellas de Hollywood, desde Bruce Springsteen a Madonna. Pude haber llamado incluso a Bill Clinton, pero no lo hice para no alertar a los servicios secretos.
P. Según las autoridades americanas, es usted el hacker más peligroso de la historia.
R. Eso es un mito, que comenzó con una serie de artículos firmados por John Markoff en la portada de The New York Times, llenos de acusaciones falsas y difamatorias, que más tarde fueron desmentidas por las propias autoridades. Markoff me la tenía jurada porque me negué a colaborar en su libro y creó el mito de Kevin Mitnick, para transformar Takedown [su libro] en un bestseller.
P. ¿Por qué le persiguen entonces las autoridades?
R. Las autoridades aprovecharon la ocasión para transformarme en el chivo expiatorio de todos los hackers de la tierra. Y para autojustificarse, exageraron hasta lo inverosímil el daño que pude causar, que está muy por debajo de los cientos de millones de dólares que el Gobierno me imputa.
P. ¿Cómo han llegado a imputarle esa cifra?
R. Le pidieron a las 35 compañías que les proporcionasen no tanto las cifras de daños reales que pude haber ocasionado, sino también los fondos utilizados por sus investigadores para elaborar el software que copié, un software que nunca vendí a nadie y del que no saqué beneficio alguno. Mi supuesto robo no ha impedido a compañías como Motorola y Nec seguir cosechando enormes beneficios con su software.
"Nunca fui capaz de robar dinero. Y eso que hoy podría ser multimillonario y vivir el resto de mis días al sol del Caribe. Pero mi conciencia me lo impidió. Y estoy orgulloso de mi conciencia"
P. ¿Por qué nunca le sacó provecho a su enorme talento informático?
R. Porque mis valores éticos me lo impiden. Unos valores que heredé de mis padres, judíos de origen ruso, que me educaron en el rigor moral. Nunca fui capaz de robar dinero. Y eso que hoy podría ser multimillonario y vivir el resto de mis días al sol del Caribe. Pero mi conciencia me lo impidió. Y estoy orgulloso de mi conciencia.
P. Según algunas, sus motivaciones son también ideológicas.
R. Confieso que no sentía remordimiento alguno cuando atacaba a compañías monolíticas y riquísimas, dedicadas a extraer el máximo beneficio de sus clientes. Pero siempre actué en solitario y nunca formé parte de un grupo político. Lo que me impulsaba era más bien la euforia del descubrimiento científico, el placer mental que se experimenta cuando se resuelve un dificilísimo problema matemático.
P. ¿Es verdad que detrás de los últimos ciberataques hay un movimiento juvenil de contestación y protesta parecido al del mayo del 68?
R. Estoy totalmente convencido de ello. Internet es un nuevo medio de asociación y de libertad de expresión y pensamiento, que será utilizado cada vez más como una aldea global, sobre todo en Europa, donde el activismo informático es más vivo.
P. ¿Qué va a hacer ahora?
R. Me gustaría encauzar mi talento para ayudar a la comunidad a defenderse de los hackers, pero el Gobierno me lo impide. Las restricciones impuestas por mi libertad vigilada, durante los próximos años, son increíbles. No puedo encontrar trabajo ni siquiera en un MacDonalds. Ni matricularme en la Universidad o en sitio alguno donde haya ordenadores. También me están prohibidos los teléfonos móviles y las agendas electrónicas. Ya comienzo a tener crisis de abstinencia informática.
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