sábado, 28 de febrero de 2009

Libre Albedrío

Introducción

Libre albedrío, poder o capacidad del individuo para elegir una línea de acción o tomar una decisión sin estar sujeto a limitaciones impuestas por causas antecedentes, por la necesidad, o por la predeterminación divina. Un acto libre por entero es en sí mismo una causa y no un efecto; está fuera de la secuencia causal o de la ley de la causalidad.

La cuestión de la capacidad del ser humano para determinar sus acciones es importante en la filosofía occidental, en particular en la metafísica en la ética, así como en la teología. Por lo general, la doctrina extrema en la que se afirma la libertad de la voluntad se llama libertarismo; su opuesta, determinismo, es aquella donde la acción humana no se dispone con autonomía, sino que más bien es el resultado de influencias tales como las pasiones, los deseos, las condiciones físicas y las circunstancias externas fuera del control del individuo.

Enfoques Filosóficos

La libertad de la voluntad ha sido una preocupación comprensible entre las reflexiones de los metafísicos, quienes intentan formular teorías que expliquen la naturaleza de la realidad última, universal, y la relación de los seres humanos con el universo.

Algunos metafísicos mantenían que si el universo es racional debe basarse en una secuencia de causa y efecto: toda acción, o efecto, debe estar precedida por una causa y formar parte de una cadena ininterrumpida de causalidad que se prolonga hacia atrás hasta la causa primera, es decir Dios, o la divinidad. Un acto de libre albedrío absoluto por parte de una persona o un animal es, sin embargo, un acto inmotivado que se encuentra fuera de la cadena causal; aceptar la posibilidad de un acto de esta naturaleza niega el orden divino, racional, y hace que el universo parezca irracional.

Vista de esa forma, esta cuestión nunca se ha resuelto de un modo satisfactorio. Durante la edad media, el carácter inexplicable del libre albedrío llevó a intensos debates entre los filósofos religiosos y al famoso dilema conocido como el asno de Buridan, a menudo atribuido, quizás sin mucha fortuna a Jean Buridan.

La validez del libre albedrío ha sido también objeto de un debate considerable entre los filósofos éticos. Podría parecer que un sistema de ética debe implicar libre albedrío, pues la negación de la capacidad para elegir una línea de acción negaría la posibilidad de establecer un juicio moral. Una persona sin juicio moral no es responsable de sus actos.

En un intento por resolver este problema, los filósofos éticos han adoptado una gran variedad de posiciones, que oscilan entre el determinismo más absoluto y el libertarismo total.

Sócrates y Platón mantenían que la gente puede disponer sus propias acciones, pero que tan sólo aquéllas que estuvieran de acuerdo con el bien o la armonía del todo, eran en verdad libres. Así, sólo un acto juicioso es libre. Baruch Spinoza, el filósofo holandés, reinterpretó el libre albedrío como la autodeterminación, es decir, la medida en que a una persona se adapta a la naturaleza de Dios y a la propia naturaleza del mundo.

Immanuel Kant, el filósofo alemán, creía que la persona debía ser libre porque la libertad es un postulado necesario de la conciencia moral; el imperativo categórico kantiano está más allá de cualquier análisis teórico. La opinión filosófica predominante ha sido que existe una autodeterminación parcial y que, a pesar de que otras muchas consideraciones además de la voluntad están involucradas en la formación de los juicios morales, en ciertas circunstancias permanece, aunque pequeño, un núcleo de decisión creadora.

Enfoques Teológicos

El libre albedrío es importante en el ámbito teológico. Uno de los dogmas básicos de la teología cristiana tradicional es que Dios es omnisciente y omnipotente, y que todo acto humano está predeterminado por Dios. La doctrina de la predestinación, la réplica teológica al determinismo, impide en teoría la existencia del libre albedrío. Ya que la moral, el deber y la evitación del pecado son también elementos básicos en la enseñanza cristiana, ¿cómo, se pregunta la teología, puede la gente ser responsable en el plano moral una vez que se acepta la predestinación? Se han hecho muchos intentos por los teólogos para explicar esta paradoja.

San Agustín, el principal padre y doctor de la Iglesia creía con firmeza en la predestinación; sostenía que sólo los elegidos por Dios alcanzarían la salvación; nadie sabe, sin embargo, quién está entre los elegidos, y por tanto todo lleva al temor de Dios, a la vida religiosa.

La libertad, para él, era el don de la gracia divina. A esto se opuso el monje británico Pelagio y en especial los seguidores de su doctrina, el pelagianismo, para los que el pecado de Adán concernía exclusivamente a Adán, y no a la especie humana en su totalidad, y que todo el mundo, aunque ayudado por la gracia divina para alcanzar la salvación, tiene libertad completa en su voluntad para elegir o rechazar el camino hacia Dios.

Más tarde, los teólogos católicos fijaron la doctrina de la gracia previa para explicar el libre albedrío; de acuerdo con esta interpretación, Dios concedía a determinadas personas la gracia para actuar por sí mismos, dentro de un estado de gracia.

Durante la Reforma, la cuestión del libre albedrío se convirtió en campo de batalla religioso. Muchas sectas protestantes, en particular las calvinistas pusieron de relieve la doctrina agustina de la predestinación y la total exclusión del libre albedrío.

La predestinación calvinista fue considerada una herejía por la Iglesia católica, y el Concilio de Trento, en el siglo XVI, condenó a todos los que rechazaban el libre albedrío.

El problema no estaba resuelto todavía. El prelado francés católico Jacques Bénigne Bossuet ofreció aun otro enfoque, que llegó a ser muy apreciado; afirmaba que el libre albedrío y la presciencia divina son verdades seguras que deben aceptarse aunque no estén relacionadas en un orden lógico.

Posiciones Generales

Los psicólogos no hallaron un procedimiento para explicar de un modo fácil el libre albedrío; su método de causalidad científica implica determinismo. Los filósofos racionalistas de los siglos XVII y XVIII, que eran, hasta cierto punto, psicólogos, intentaron establecer leyes mecanicistas que incluían el fenómeno mental como si de un fenómeno físico se tratara, tal como ocurre con la gravedad; el libre albedrío, siendo anárquico por definición, no podía ajustarse a un sistema normativo.

En el siglo XX, ciertos psicólogos, en especial los defensores del existencialismo, han reconocido el elemento de espontaneidad en la mente humana que se admite para situarse más allá de cualquier ley científica. Esta espontaneidad puede interpretarse como libre albedrío, o por lo menos, como una medida de autodeterminación que las personas sienten poseer y por la cual actúan y formulan juicios morales.

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viernes, 27 de febrero de 2009

HISTORIA E IMPACTO EN LA SOCIEDAD DEL INTERNET

HISTORIA E IMPACTO

HISTORIA

Los orígenes de Internet hay que buscarlos en un proyecto del Departamento de Defensa estadounidense que pretendía obtener una red de comunicaciones segura que se pudiese mantener aunque fallase alguno de sus nodos.

Así nació ARPA, una red informática que conectaba ordenadores localizados en sitios dispersos y que operaban sobre distintos sistemas operativos, de tal manera que cada ordenador se podía conectar a todos los demás. Los protocolos que permitían tal interconexión fueron desarrollados en 1973 por el informático estadounidense Vinton Cerf y el ingeniero estadounidense Robert Kahn, y son los conocidos Protocolo de Internet (IP) y Protocolo de Control de Transmisión (TCP).

Fuera ya del ámbito estrictamente militar, esta Internet incipiente (llamada Arpanet) tuvo un gran desarrollo en Estados Unidos, conectando gran cantidad de universidades y centros de investigación. A la red se unieron nodos de Europa y del resto del mundo, formando lo que se conoce como la gran telaraña mundial (World Wide Web). En 1990 Arpanet dejó de existir.

A finales de 1989, el informático británico Timothy Berners-Lee desarrolla la World Wide Web para la Organización Europea para la Investigación Nuclear, más conocida como CERN. Su objetivo era crear una red que permitiese el intercambio de información entre los investigadores que participaban en proyectos vinculados a esta organización.

El objetivo se logró utilizando archivos que contenían la información en forma de textos, gráficos, sonido y vídeos, además de vínculos con otros archivos. Este sistema de hipertexto fue el que propició el extraordinario desarrollo de Internet como medio a través del cual circula gran cantidad de información por la que se puede navegar utilizando los hipervínculos.


QUE A CAUSADO


Aunque la interacción informática todavía está en su infancia, ha cambiado espectacularmente el mundo en que vivimos, eliminando las barreras del tiempo y la distancia y permitiendo a la gente compartir información y trabajar en colaboración. El avance hacia la “superautopista de la información” continuará a un ritmo cada vez más rápido. El contenido disponible crecerá rápidamente, lo que hará más fácil que se pueda encontrar cualquier información en Internet.

Las nuevas aplicaciones permiten realizar transacciones económicas de forma segura y proporcionan nuevas oportunidades para el comercio. Las nuevas tecnologías aumentarán la velocidad de transferencia de información, lo que hará posible la transferencia directa de “ocio a la carta”.

Es posible que las actuales transmisiones de televisión generales se vean sustituidas por transmisiones específicas en las que cada hogar reciba una señal especialmente diseñada para los gustos de sus miembros, para que puedan ver lo que quieran en el momento que deseen.

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El British Museum fue el Museo más Vsitado de Inglaterra

Londres, 26 de febrero (Télam).- El British Museum fue el museo más visitado de Gran Bretaña en 2008, con seis millones de visitantes logrados en parte por contar con una entrada gratuita que beneficia a los británicos en medio de la recesión económica.

De acuerdo a datos de la Asociación de Principales Atracciones Turísticas, el museo londinense registró un aumento del 10 por ciento en el número de visitantes, a partir de exposiciones como la dedicada al Emperador Adriano, que atrajo a 255.000 personas, o sobre el pintor estadounidense Jackson Pollock, con 350.000.

En segundo lugar se ubicó la Tate Modern, el principal museo de arte contemporáneo del país, que registró cinco millones de visitantes, una caída del 6 por ciento en comparación con 2007, según Ansa.

Robin Brooke, director de la asociación, afirmó que debido a la recesión los británicos van más a los museos de entradas gratuitas.

"Los visitantes británicos tienen la oportunidad de descubrir tesoros que se encuentran frente a sus narices, disfrutar de las entradas gratis y beneficiarse de un fuerte programa de exposiciones, al tiempo de apoyar a las economías locales", subrayó. (Télam).-

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Cerveza Gran Reserva al Nada Módico Precio de 270 Euros por Botella

Carlsberg, el cuarto grupo cervecero mundial, anunció el miércoles el lanzamiento de la segunda edición de una cerveza gran reserva que se venderá a 344 dólares (270 euros) la botella, decorada con litografías de un polémico artista chileno-danés.

Al igual que en 2008, sólo se han producido 600 botellas, de 37,5 centilitros, de la exclusiva cerveza, denominada "Jacobsen Vintage No.2. 2009". Su producción se ha llevado a cabo en el mayor de los secretos en la fábrica que data de 1847 del fundador de Carlsberg, J.C. Jacobsen.

"Fermentó cien días y es del tipo Baltic Porter, que puede envejecer durante 50 años, con fecha límite de consumo en 2059", explicó a la AFP Morten Ibsen, responsable de la fabricación de la que, dijo, "puede ser la cerveza más cara del mundo". Tiene 8,7% grados de alcohol y presenta aromas de "cebada ahumada, vainilla y cacao" que le dan "un carácter muy particular", según Ibsen.

"Es adecuada para beberse comiendo ostras, mariscos, jamón y quesos fuertes, así como chocolates finos", aseguró. La botella está decorada con cinco litografías originales de Marco Evaristti con el elefante, el símbolo de la casa-madre de Carlsberg en Copenhague.

Evaristti causó polémica en los años noventa al exponer en un museo danés peces rojos y dejar a la libre elección del visitantes apretar o no un botón para matarlos y transformarlos en papilla.

"Elegimos a Marco porque es innovador y empuja hasta el máximo los límites, como nuestra cerveza", cuya próxima edición se espera para 2010 en un formato de una "trilogía única", según Ibsen.

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Rematan por Internet el Primer Cómic de Superman

NUEVA YORK (Reuters) - Una copia del primer cómic de Superman será rematada el viernes por internet y las ofertas, a juicio de los expertos, podrían volar tan alto como "el hombre de acero".

NUEVA YORK (Reuters) - Una copia del primer cómic de Superman será rematada el viernes por internet y las ofertas, a juicio de los expertos, podrían volar tan alto como "el hombre de acero".

"Action Comics #1", publicada en junio de 1938, es considerada por los coleccionistas como la historieta más cotizada del mundo y su precio ronda los 126.000 dólares.

"Es el Santo Grial de los cómics", dijo el experto en historietas Stephen Fishler, quien creó una escala de 10 puntos que se convirtió en un estándar para la evaluación de las revistas.

"Esta es la que empezó todo. No había algo como un superhéroe antes de ella. No había un hombre volador. Los cómics ni siquiera eran tan populares. Es el evento en particular más importante en la historia de las historietas", añadió.

Fishler, fundador de New York's Metropolis Collectibles, será el encargado del remate de la historieta de Superman- que fue creado por Jerry Siegel y Joe Schuster- en www.comicconnect.com.

La subasta de "Action Comics #1" comienza este viernes y termina el 13 de marzo.
Su vendedor anónimo compró el cómic en 1950 a los nueve años tras pedirle a su padre 35 centavos.

"Muchos niños compraron historietas durante la década de 1950, pero la mayor parte los botó", explicó Fishler. "Este individuo entendió su valor y lo cuidó bien, algo que habitualmente tampoco pasa", agregó.

El compañero de negocios de Fishler, Vincent Zurzolo, agregó que esperaba fuertes pujas por el cómic pese a los difíciles momentos económicos.

"Mientras que el mercado de bienes raíces y de acciones sigue cayendo, las ventas de historietas permanecen muy firmes", comentó Zurzolo.

Entre los admiradores acérrimos de Superman se incluye al comediante Jerry Seinfeld, la estrella del baloncesto Shaquille O'Neal y al actor Nicolas Cage, quien bautizó a su hijo Kal-el, el nombre de nacimiento de Superman.

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Japoneses hallan antiguos sarcófagos en tumba egipcia

EL CAIRO (Reuters) - Arqueólogos japoneses que se encontraban trabajando en Egipto hallaron cuatro sarcófagos de madera junto con elementos funerarios que podrían datar de hasta 3.300 años atrás, informó el jueves el Gobierno local.

El equipo de la Universidad Waseda en Tokio descubrió los sarcófagos antropomórficos en una tumba en la necrópolis de Sakkara, a unos 25 kilómetros al sur de El Cairo, explicó en un comunicado el Consejo supremo de Antigüedades.

Sakkara, el sitio de entierros para la antigua ciudad de Menfis, permanece como una de las fuentes más ricas de antigüedades en Egipto. Los arqueólogos han señalado que muchos restos todavía permanecen bajo las arenas.

La tumba también contenía tres vasos canopos de madera, en los que los antiguos egipcios intentaban preservar los órganos internos, y cuatro cajas con figuras de ushabti, las estatuas en miniatura de los lacayos para que le sirvieran a los muertos en el más allá, reveló el comunicado.

Los sarcófagos no contenían momias debido a que la tumba fue saqueada hace mucho tiempo, pero conserva las pinturas en amarillo y negro que representan a los antiguos dioses egipcios.

Una de las cajas ushabti se encuentra en excelentes condiciones y estaba sellada, pero la mayor parte de las 38 figuras de madera en su interior estaban rotas. Ellas pertenecían a un hombre llamado Tut Bashu, quien era el dueño original de uno de los cofres.

Otro sarcófago pertenecía a alguien llamado Ari Saraa. El comunicado no daba mayores detalles sobre los muertos, pero explicaba que los entierros estaban fechados entre la época ramésida o el último período dinástico, entre el 1.300 y 330 A.C.

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jueves, 26 de febrero de 2009

Predecir el futuro: cómo se cuenta la historia


La humanidad siempre ha estado interesada en predecir el futuro. Es imposible saber a ciencia cierta cuándo se hicieron conscientes los seres humanos de que lo que ocurrirá en el futuro probablemente sea distinto de lo que sucede en el presente, pero lo hicieron.

A lo largo de los años, las sociedades han desarrollado diversas maneras de adivinar el futuro. Algunos grupos intentaron escrutar los hechos mediante la magia o el contacto con lo sobrenatural. Para hacerlo, podían leer los augurios en las entrañas de los animales o en las hojas de té.

En la antigua Roma, los generales utilizaban estos métodos para calcular sus probabilidades de éxito en la inminente batalla. La confianza en las estrellas como forma de predecir el futuro también fue temprana. La astrología, el estudio de la correlación entre lo sucedido en la tierra y la posición y los movimientos de los astros, fue una ciencia esencial en la China, Grecia y Roma clásicas, y en el Oriente Próximo islámico. Aunque la astrología y la astronomía siguieron caminos separados durante el siglo XVI, a finales del siglo XVII muchos europeos consultaban a los astrólogos para calcular el futuro de una boda inminente o un síntoma de enfermedad. Durante muchos años, los científicos han rechazado los principios de la astrología. Sin embargo, millones de personas creen en ella o la practican.

Bastante antes del extraordinario declive de la creencia en la magia en el siglo XVIII, sin embargo, las sociedades habían desarrollado formas de pensar en el futuro con una relación mayor con el tiempo histórico. Es decir, se dieron cuenta de que sus sociedades tenían pasado e intentaron relacionarlos con el futuro.

La mayoría de los pronósticos con los que contamos hoy en día, como los que se relacionan con la política económica o militar, utilizan la historia, debido a que quienes predicen asumen la conexión entre hechos pasados, presentes y futuros. Como veremos, los tipos de conexiones en las que se basan las predicciones, así como el éxito de esas predicciones, varían enormemente. Sin embargo, la necesidad de asegurar las predicciones se aplica a pesar de todo.

Existen tres grandes tipos de formas de predicción, o pensamiento histórico del futuro. El primer modo, y el más extendido hoy día se basa en presunciones sobre la repetición de los hechos y patrones históricos. Los analistas que emplean este primer sistema predictivo asumen que ciertos tipos de hechos pasados sucederán nuevamente, y que entendiendo la historia, se pueden explicar mejor futuras repeticiones. Este pensamiento es el que subyace tras la conocida frase: 'Quienes no conocen el pasado, están condenados a repetirlo'.

El segundo método predictivo en desarrollarse, y con mucho el más radical, implica la asunción de un fenómeno conocido como discontinuidad histórica. Según este modelo, la predicción se basa en la creencia de que irrumpirá algún tipo de fuerza que cambiará radicalmente el curso de la historia, y por tanto el propio futuro. El tercer método predictivo, no necesariamente el más nuevo, pero ciertamente el que fue desarrollado de forma más sistemática durante el siglo XIX, incluye una mirada sobre la historia reciente en busca de las tendencias que podrían continuar en el futuro. Aunque es la utilización más conservadora de la historia para predecir el futuro, es a menudo la más segura.

Sin embargo, cada uno de los intentos por utilizar la historia como base para predecir el futuro ha fallado indefectiblemente. Además, no proporcionan descripciones absolutamente seguras del futuro. Quizás sea ese el motivo de que muchas personas sigan prefiriendo a los futurólogos y las cartas astrales a las predicciones basadas en hechos históricos.


Método predictivo I: Ciclos y analogías

Probablemente la primera utilización sistemática del conocimiento histórico para la predicción del futuro asumía que la historia de la humanidad se movía por ciclos, es decir, que lo que había sucedido antes, podía suceder nuevamente después. Muchos historiadores chinos adoptaron esta visión cíclica, que acertaba a describir la historia de las dinastías imperiales: una nueva dinastía llegaría al poder, florecería y luego caería, y el ciclo comenzaría nuevamente en la siguiente dinastía. El pensador confuciano Mencio, que vivió entre el 371 y el 289 a.C., aseguraba que cada 500 años, un 'auténtico rey' surgiría en China.

Otras sociedades especulaban a propósito de los ciclos históricos, aunque algunos basaban sus cálculos más en las propiedades de los números que en un conocimiento real del pasado. Esto era cierto en la creencia maya en los ciclos cósmicos. Los mayas creían absolutamente en el control de los dioses sobre determinadas períodos de tiempo y sobre la actividad de los pueblos durante esos períodos.

La tradición intelectual desarrollada en Europa occidental durante y después del renacimiento rara vez incluía el estudio de los ciclos formales. Las predicciones cristianas, como veremos, tendían a poner el énfasis en un giro repentino y radical desde el pasado a un futuro diferente, más que en la repetición de hechos pasados. Sin embargo, muchos intelectuales creían que las pautas concretas de los hechos podrían repetirse, y creían que uno podía utilizar analogías históricas para tener una visión sobre lo que sucedería en el futuro. La analogía histórica sigue siendo una herramienta fundamental para la predicción del futuro, ya sea en la vida personal o en las esferas más amplias de la política y la guerra.

La analogía funciona así: una persona enfrentada a una situación particular quiere saber qué sucederá en el futuro, aunque él o ella reconozcan que el futuro es difícil de predecir. Así que la persona se remonta a una situación del pasado o relativamente parecida a la que está experimentando nuevamente, esperando que esto le proporcionará una idea aproximada de qué resultará de la situación actual. El pensamiento analógico puede utilizarse para hacer predicciones en incontables situaciones personales. En la mayoría de los casos, evidentemente, si hemos pasado por una situación positiva o negativa en el pasado y parece que va a suceder algo de la misma manera (presentando una analogía, en otras palabras) entonces estamos en situación de decidir; o evitar, la repetición de la acción pasada.

Los líderes políticos a menudo utilizan la analogía para apoyar su política. En multitud de conflictos tras la II Guerra Mundial, incluidos los de Corea y Vietnam, los ideólogos norteamericanos asumieron que no podían echarse atrás frente a una presunta amenaza comunista. Esta asunción se basaba en lo ocurrido después del intento fallido de Gran Bretaña y Francia en 1938 de apaciguar a Alemania. (Se entiende por apaciguamiento acceder a las demandas de los estados rivales para evitar la guerra).

Para frenar las ambiciones de Hitler y evitar un nuevo conflicto tras la devastación de la I Guerra Mundial, las agotadas Gran Bretaña y Francia acordaron en el Pacto de Munich que los Sudetes, región de Checoslovaquia, fueran cedidos a Alemania. Más que satisfacer la ambición de Hitler, el Pacto de Munich tuvo como resultado únicamente la invasión de Polonia por Hitler y la declaración de la II Guerra Mundial. La lección, o la analogía, de Munich se convirtió en un modelo de lo que podría ocurrir en un futuro a menos que los países amenazados adoptaran distintas estrategias de intervención.

Durante la década de 1970, muchos ideólogos norteamericanos, preocupados por las restricciones de petróleo de Oriente Próximo, buscaron una analogía para enfrentarse a la escasez de un recurso vital para guiar su política al respecto. Durante un tiempo, muchos encontraron apropiada la analogía de la invención del caucho sintético durante la II Guerra Mundial, que remplazó al caucho natural que sufría el bloqueo japonés.

Aquí, como en el ejemplo del Pacto de Munich, los ideólogos pensaron que podían anticipar el futuro a partir de una analogía con el pasado, en este caso, desarrollando un sucedáneo sintético para el petróleo. No obstante, el suministro de petróleo volvió a la normalidad y la analogía se dejó de lado. Más recientemente, el recuerdo del Holocausto nazi contra los judíos puede haber motivado o justificado la intervención en 1999 de la OTAN en Yugoslavia para detener la limpieza étnica.

La analogía guió poderosamente a toda la tradición historiográfica europea desarrollada durante el renacimiento, que revivía modelos de la Grecia y la Roma clásicas. Por ejemplo, los relatos sobre cómo habían resuelto los antiguos generales y políticos problemas similares se usaban para aconsejar a los príncipes sobre las incertidumbres políticas o militares. Durante esta época, Maquiavelo (1469-1527), un importante pensador político italiano, argumentó que un príncipe que se enfrentara con problemas en su estado podía dar forma al futuro si observaba las decisiones tomadas por otros príncipes romanos o italianos anteriores.

Su razonamiento era que si las situaciones eran lo suficientemente parecidas, los resultados de una determinada política podrían ser predichos con seguridad. Bien entrado el siglo XX, los mejores educadores de Europa y Estados Unidos asumen que el estudio de casos históricos, particularmente los de la antigüedad clásica, puede proporcionar una guía válida para estrategias futuras, no una predicción exacta pero sí un sentido de qué funcionará en un caso dado con certeza. Al día de hoy, el estudio de batallas sigue formando una parte importante del entrenamiento de los oficiales militares.

Tipos de pensamiento analógico menos estricto afectan a pronósticos más generales. En varias ocasiones a lo largo del siglo XX, algunos intelectuales preocupados se han preguntado si la sociedad occidental estaba a punto de llegar a su fin, a la manera del Imperio romano en el siglo V.

Atribuían la caída del Imperio romano a la presión exterior de los bárbaros; la decadencia moral de las clases altas, que pasaron de perseguir el bien público a preferir la búsqueda del placer; y a las corruptas masas urbanas, mantenidas a raya mediante subsidios públicos y diversiones. Reconociendo factores similares en la actualidad, los intelectuales se preguntaban si el resultado sería el mismo. Durante la década de 1920, Oswald Spengler señaló estos paralelismos en su libro La decadencia de Occidente (1918-1922), que consiguió una amplia acogida en Europa en estos tiempos siniestros:

El Imperio romano llegó a su fin, y así sólo dos de los tres imperios (China e India) pervivieron, y aún perviven, como despojo deseable para una sucesión de diferentes potencias. Hoy es “bárbaro pelirrojo” de Occidente quien actúa ante los ojos civilizados de Brahmán y Mandar, en el papel que una vez interpretaron los mongoles o los manchúes, ni mejor ni peor que ellos, y tan seguramente como ellos para ser sustituido a su debido tiempo por otros actores.

Para terminar, una de las ideas fundamentales en el modo que tienen los analistas y los políticos de pensar en el futuro es la recurrencia: usar el pasado como guía predictiva. Poca gente cree hoy día en que existan ciclos históricos formales, pero casi todo el mundo usa la analogía en todo tipo de pronósticos, grandes y pequeños. Saber que hacemos esto y entender como se basan nuestras analogías en las asunciones que hacemos al recurrir a modelos históricos, es un elemento decisivo a la hora de decidir si el modo predictivo es fructífero. Para muchos historiadores no lo es.


Método predictivo II: Discontinuidad histórica

El segundo uso de la historia para predecir el futuro es considerablemente distinto del pensamiento analógico. En el modo predictivo que busca discontinuidades históricas, los analistas asumen que aunque la historia del hombre ha avanzado a lo largo de un camino bien definido durante bastante tiempo alguna fuerza va a desviarla en una dirección completamente distinta. En este caso, el pasado no es una guía para el futuro sino más bien una medida de lo dramático que será el cambio. Se puede contemplar el modo predictivo de la discontinuidad histórica desde dos puntos de vistas: el religioso y el secular.


Interpretaciones religiosas de la discontinuidad dramática

Las religiones que se desarrollaron en Oriente Próximo antes y después del siglo I de nuestra era establecieron la base intelectual para pensar en el futuro en términos de discontinuidad dramática. Sin embargo, los profetas solían ser imprecisos en sus predicciones. El judaísmo fue la primera religión en adoptar este enfoque, asumiendo que en algún momento futuro aparecería un “mesías”. La fe judía combinaba un interés enfermizo por la historia con la asunción de que el modelo establecido acabaría siendo alterado drásticamente por una intervención divina.

El islam incorporó el mismo tipo de esperanza en un cambio futuro cuando asumió que llegaría un Último Día, o un día del juicio. El Corán estipulaba que este suceso abriría un período de 50.000 años en los que el género humano sería clasificado conforme a sus méritos entre los destinados al cielo o al infierno, “hasta que se terminase el juicio de los hombres”.

El cristianismo también predecía una transformación divina con la que terminaría la historia humana. En el Evangelio según san Marcos, perteneciente al Nuevo Testamento, encontramos esta profecía de Cristo: “Pero en estos días... el sol se oscurecerá, y la luna no dará su luz... Y entonces verán al Hijo del Hombre viniendo entre las nubes con gran poder y gloria” (Mc. 13,24-26). El Apocalipsis, escrito hacia el 95 d.C., preveía un reino de Cristo que duraría 1.000 años, seguido de un retorno de Satán y un terrible período de pruebas, que sería seguido de la resurrección final de quienes finalmente se salvarían (Ap. 21,4-10). El cristianismo asumía por tanto el fin de la historia como un cambio futuro apocalíptico o milenarista. Los primeros cristianos creían que Cristo volvería pronto; no obstante, esta esperanza se disiparía gradualmente, y dejaría una visión del futuro menos clara.

Durante buena parte de la edad media, entre el 400 y el 1.000 d.C., muchos intelectuales cristianos se contentaban con escribir anales de los tiempos de los que eran testigos, sin prestar mucha atención al futuro. Sin embargo, este simple método de registrar la historia comenzó a cambiar en los siglos XII y XIII. Con este cambio, una línea mucho más definida de pensamiento cristiano acerca del dramático futuro comenzó a cobrar forma.

Lo que requería el cambio, además de su apoyatura bíblica, era un sentido más estricto del tiempo, tanto en el sentido histórico como en el numerológico. El interés europeo por las matemáticas se despertó, gracias al influjo árabe y a su redescubrimiento de la tradición clásica griega.

Los cronistas empezaron a consignar el número de soldados que formaban los ejércitos, mientras que las ciudades italianas empezaban a realizar los primeros censos. Otra prueba de este resurgir está en la anotación de un astrónomo acerca de la duración de un eclipse en 1239, que registró en los siguientes términos: “el tiempo que se tarda en andar 250 pasos”. Junto con este interés por las matemáticas se intentaba una mayor precisión en el calendario. La Iglesia católica saludó la llegada del siglo XIV con un jubileo papal, la primera vez que se celebraba un evento parecido.

Por esa época surgía una subcultura apocalíptica cristiana de gran vitalidad. En esta subcultura, los adeptos asumían que la intervención divina interrumpiría el curso normal de la historia. Esta intervención marcaría un futuro marcado por las catástrofes políticas y naturales, aunque sería coronado por el definitivo reino de Dios. Varios teólogos del siglo XII ya habían empezado a especular sobre el reino del Anticristo, el enemigo de Cristo, que según el Evangelio según san Mateo precedería al Día del Juicio Final.

Joaquín de Fiore, nacido hacia el 1130, se convirtió en el primer profeta claramente apocalíptico cuando desarrolló una teoría de las edades históricas basada en la paulatina revelación de las personas de la Trinidad. Joaquín se apercibió de las implicaciones de las divisiones del calendario y las uso como herramienta para escrutar el futuro, calculando cada edad en unas cuarenta generaciones. Basándose en este razonamiento, Joaquín esperaba la llegada del Anticristo y el final de la historia entre 1256 y 1260.


Esta tradición de profecías apocalípticas floreció durante algunas centurias, y en el siglo XVI apareció el profeta más ambiguo de la edad moderna, Nostradamus. El médico francés Nostradamus comenzó a escribir libros proféticos hacia 1550. Predijo una serie de desastres inminentes que abarcaban desde el futuro inmediato hasta el año 2000. Auguró guerras, regicidios, grandes incendios y grandiosas batallas navales. Seguidores posteriores atribuyeron estas predicciones a acontecimientos tan diversos como el gran incendio de Londres de 1666, las revoluciones estadounidense y francesa (1775-1783 y 1789-1799), el ataque de Hitler a Polonia en 1939 y la II Guerra Mundial (1939-1945).

La afirmación de Nostradamus: “el gran hombre será derribado ese día por un rayo, siendo joven aun”, se ha interpretado como una predicción del asesinato de John F. Kennedy. Como Joaquín de Fiore, Nostradamus predijo la llegada del Anticristo. Sin embargo, predijo que ocurriría mucho más tarde (hacia 1999), junto con epidemias y hambrunas. La predicción para 1999 de Nostradamus, tal y como se cita en La máscara de Nostradamus (1990) de James Randi es como sigue:

El año 1999, siete meses.
Del cielo vendrá un gran Rey del Terror:
Para devolver a la vida al gran Rey de los Mongoles,
Antes y después de Marte, para reinar con fortuna.


Esta subcultura apocalíptica se hizo menos notoria a partir del siglo XVII, a medida que el pensamiento científico ensombrecía las profecías apocalípticas. Pero tras la fachada intelectual, las ideas cristianas acerca de la discontinuidad histórica de origen divino pervivieron. Una miríada de pequeñas sectas protestantes predijeron un final inminente para la historia humana. Las profecías apocalípticas rondaron el pensamiento del reformista protestante alemán Martín Lutero y la ideología de uno de los bandos de la Guerra Civil inglesa del siglo XVII.

Muchos milenaristas, gente que creía en el reino de los santos permanecería durante mil años sobre la tierra, emigraron a Estados Unidos en busca de tolerancia religiosa. La nación en ciernes se convirtió en el mayor centro de acogida del mundo para el pensamiento apocalíptico.

Fue en la década de 1790, por ejemplo, cuando la madre Ann Lee, la fundadora de los shakers, llegó a Estados Unidos procedente de Inglaterra. Allí la gente se había burlado de sus profecías sobre una inminente segunda venida de Cristo. “Sabía que Dios tenía un pueblo elegido en América”, escribió más tarde. A lo largo del siglo XVIII, muchos americanos creían en las profecías apocalípticas, como una reacción al miedo a los indios o incluso a los terremotos. Jonathan Edwards, un conocido teólogo norteamericano de la época, se entretenía con las populares combinaciones numéricas de la Biblia para demostrar que el mundo daba sus últimas boqueadas.

Las principales corrientes del protestantismo norteamericano se hicieron más conservadoras a lo largo del siglo XIX, pero las profecías religiosas siguieron siendo una parte importante de ellas. Durante la década de 1830, William Miller llegó a tener más de 50.000 seguidores en Nueva York cuando pronosticó el fin del mundo para 1843. Decepcionados por la equivocación de Miller, los miembros de la secta se reagruparon bajo el nombre de adventistas del Séptimo Día.

Más tarde, los adventistas predicaron que el fortalecimiento del gobierno, la esclavitud o lo que ellos entendían como un estado pecaminoso del mundo, eran claros signos de que había llegado la última edad bíblica. Desde 1850, John Darby profetizó un período que llamó “de tribulación”, durante el que el Anticristo reinaría por siete años. Según Darby a la tribulación precedería un “rapto”, en el que todos los creyentes se elevarían hasta el cielo para ver a Cristo.

Durante la década de 1880, James Brooks gozó de una gran popularidad haciendo una profecía similar. Brooks predicaba que el retorno de Cristo sería precedido por un período de maldad sin precedentes. La I Guerra Mundial, la Revolución Rusa y más tarde la Guerra fría han sido interpretados desde entonces como signos de una discontinuidad histórica inminente, inspirada y guiada en última instancia por Dios.

Este tipo de profecía apocalíptica persiste hoy en día. En 1997, el avistamiento del cometa Hale-Bopp fue tomado por la mayoría de los americanos como un fenómeno natural interesante. Sin embargo, los miembros de una secta de San Diego lo interpretaron como un signo del fin del mundo y de su propia salvación inminente. Para prepararse para este evento, se suicidaron. En 1998 surgió una nueva cosecha de predicciones apocalípticas de raigambre bien cristiana o bien del movimiento New Age (Nueva Era), anticipándose al año 2000. Ese año, un periódico titulado Noticias del Milenio anunciaba a sus lectores que había un consenso entre los expertos bíblicos y que el fin del mundo estaba cerca.

Mientras tanto, otros profetas televisivos avisaban que la de 1990 era “la década más importante de la historia”. Predijeron una dictadura mundial que llevaría al Anticristo, seguido del reino de milenario de Dios y de una vuelta al caos. Sus teorías se basaban tanto en el cálculo aritmético (habían pasado 6.000 años desde la creación, un milenio por cada día de ella) y en los acontecimientos actuales (inmoralidad flagrante, acoso de distintas plagas, la Unión Europea y el ascenso de China).

Mucha gente parecía compartir ese análisis, incluyendo los preocupados por el “efecto 2000”, la crisis en la que los ordenadores tendrían que ser ajustados para registrar la fatídica fecha so pena de producirse un colapso informático mundial.

Interpretaciones laicas de la discontinuidad dramática

Desde el siglo XVIII, las versiones seculares de la discontinuidad dramática han sido una forma de profecía mucho más común. Algunos elementos de su estructura básica recuerdan a las características de la versión religiosa: una fuerza fundamental transformará el proceso habitual de evolución histórica en una nueva era. Sin embargo, los secularizadores creen que el cambio vendrá a partir de una fuerza terrestre, no divina. Aunque los nuevos profetas seculares creían que ya existían signos del cambio, rara vez especulaban con fórmulas numéricas. Como los profetas religioso, creían que el cambio sería extremo y enfatizaban sus transformaciones bien horrendas, bien benefactoras.

En un ambiente de descubrimientos científicos y con la idea del progreso humano ganando terreno, Jean Anotine Condorcet, un epígono de la Ilustración francesa, escribió un ensayo titulado Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano (1795). En su obra, Condorcet pronosticaba el establecimiento de una sociedad humana prácticamente perfecta. Condorcet escribió este ensayo mientras huía de los revolucionarios franceses que querían matarlo, atestiguando un nuevo tipo de fe en un futuro dramático. Condorcet veía la historia como un progreso sin pausa, que en su tiempo había llegado a un estado tal que la mente y a través de la evolución, el cuerpo humano, estaban en condiciones de dar el salto hacia la postrera edad dorada. Su punto de vista queda plasmado en este extracto:

“Encontraremos en la experiencia del pasado, en la observación del progreso que ya han alcanzado las ciencias y la civilización, en el análisis del progreso de la mente humana y en el desarrollo de sus facultades, las razones más fuertes para creer que la naturaleza no ha establecido límites en la realización de nuestras esperanzas...

Por tanto, llegará el día en que el sol alumbrará tan sólo a hombres libres que no conocerán otro amo que su razón; cuando los tiranos y los esclavos, los sacerdotes y sus sirvientes estúpido o hipócritas no existirán más que en los libros de historia y en el teatro; y sólo pensaremos en ellos para compadecernos de sus víctimas y sus bufones; para mantenernos vigilantes pensando en sus excesos, para aprender como reconocerlos para destruir, con la fuerza de la razón, las primeras semillas de tiranía y superstición, si se atreviesen a aparecer de nuevo entre nosotros.”

Sobre esta visión general, un ejército de profetas predijo durante el siglo XIX un futuro enormemente mejorado, en el que los típicos problemas siempre presentes en la historia del hombre trascenderían. Los socialistas utópicos pensaban que la educación y el ejemplo acabarían con siglos de explotación y egoísmo y crearían un futuro de perfecta igualdad y de armonía comunal.

Karl Marx, por otra parte, entendía que las leyes de la historia conducían a una revolución proletaria final. Esta revolución terminaría dramáticamente con la lucha de clases y la injusticia, que habían dominado la historia humana desde su comienzo. También anunciaría un estado sin clases, una utopía antiestatal en la que las continuas catástrofes y cambios terminarían.

En 1888 el novelista norteamericano Edward Bellamy escribió el bestseller Mirando atrás, que situó en el año 2000. En la novela, Estados Unidos se convierten en una utopía socialista en el que la igualdad y el trato humano reemplazan a los males del capitalismo. También en este escenario se ha transformado la historia.

Mientras que algunos profetas seculares, como Condorcet y particularmente Marx, tenían una explicación acerca de por qué tenía que terminar la historia, en muchos otros pronósticos seculares, los mecanismos que transformarían el futuro eran un poco vagos. La mano de Dios de las profecías religiosas no había sido reemplazada convincentemente en la versión laica. Pero durante la década de 1860 una línea de predicciones que identificaban una poderosa fuerza causal comenzó a tomar forma, y esa fuerza era la tecnología.

Fue entonces cuando el novelista francés Jules Verne inventó el género de la ciencia-ficción, con títulos como De la Tierra a la Luna (1865) y Viaje al centro de la Tierra (1864). Los escritos de Verne anticiparon los aviones, los submarinos, los satélites espaciales y misiles y la televisión. A medida que preveía estos avances tecnológicos, Verne describió una humanidad transformada con capacidades y preocupaciones distintas a las que habían determinado hasta entonces la historia humana. Desde entonces los escritores de ciencia-ficción han ampliado este panorama, algunos de modo optimista como Verne, otros con aprensión.

A medida que la tecnología reemplazaba a la intervención divina como catalizador de cambios drásticos, surgieron dos asunciones: la primera que un cambio tecnológico fundamental sería inminente, y la segunda, que dominaría el futuro humano. En otras palabras, la tecnología modela la historia humana y anuncia una era completamente nueva. Esta visión se describe en De la Tierra a la Luna de Jules Verne:

“Entonces observaron la Tierra desde la ventana inferior, y no parecía más que un punto oscuro, bañada en rayos solares. ¡No más luz creciente ni vaporosa! Al día siguiente, a medianoche, habría Tierra nueva, en el mismo momento que hubiera luna llena. Arriba, el borde de la noche se acercaba a la línea seguida por el proyectil, para encontrarse a la hora prevista.

Todo alrededor de la negra carcasa estaba plagado de puntos brillantes, que parecían moverse lentamente; pero dada la gran distancia a la que estaban, su tamaño relativo no parecía cambiar. El sol y las estrellas parecían exactamente iguales que en la Tierra. En lo que respecta a la luna, era considerablemente mayor, pero los prismáticos de los viajeros, al no ser demasiado potentes, no les permitían hacer ninguna observación o comentario alguno sobre su superficie...

Además, la excitación de los tres viajeros aumentó a medida que se acercaba el fin de su viaje. Esperaban incidentes imprevistos, y fenómenos nuevos, y nada les habría asombrado en el estado mental en que se hallaban. Su imaginación sobreexcitada iba más rápida que el proyectil, cuya velocidad disminuía ostensiblemente. Pero la luna se hacía más grande a ojos vista y se imaginaban que podrían cogerla con sólo alargar la mano.”

Aun cuando este tono optimista persistió durante el siglo XX y alcanzó realmente nuevas cotas en las décadas de 1970 y 1980, otras predicciones de distinto signo reflejaron un siglo que parecía invitar al pesimismo. El auge de los modernos ejércitos y los gobiernos autoritarios crearon un nuevo y ensombrecedor clima de predicción dramática, primero durante la I Guerra Mundial y después con la instauración de dictaduras sin precedentes como la Rusia estalinista y la Alemania hitleriana. Este clima se basaba en las sospechas de que la política había adquirido un papel abrumador en la sociedad, apoyándose en una tecnología que hacía posible en control mental, y en una despreocupación hedonista y embrutecedora.

Aldous Huxley en Un mundo feliz (1932) y George Orwell en 1984 (1949) describieron sociedades dominadas por burocracias autoritarias y sin rostro y pobladas por personas constantemente vigiladas y manipuladas, reducidas en esencia al status de robots. En ambas novelas, los esfuerzos para recobrar la espontaneidad y la alegría eran reprimidos despiadadamente. En las dos, la tecnología es el catalizador del dramático cambio futuro. O´Brien, el protagonista de 1984 dice:

“Las antiguas civilizaciones proclamaban que estaban basadas en el amor o en la justicia. La nuestra se basa en el odio. En nuestro mundo no hay emociones aparte del miedo, la rabia, la soberbia y el autodesprecio. Todo lo demás lo destruimos, todo... No habrá lealtad, salvo la lealtad al partido.

No habrá amor, salvo el amor al gran hermano. No habrá alegría, salvo la alegría de triunfar sobre un enemigo abatido. No habrá arte, ni literatura, ni ciencia. No habrá distinción entre la belleza y la fealdad. No habrá curiosidad, ni goce en el proceso de la vida. Todos los placeres serán destruidos... Si quieres una imagen del futuro, imagina una bota pisoteando un rostro humano, para siempre.”

Otro posible catalizador del cambio drástico compitió con la tecnología durante los años sesenta y durante un breve período ganó una amplia atención: la bomba poblacional. En este escenario, la causa de la alteración dramática del futuro no era Dios, ni la tecnología, ni la revolución, sino más bien la natalidad incontrolada. Los demógrafos, en especial los de Estados Unidos, pintaban un futuro en el que el crecimiento de la población mundial, si no era controlada, podría llevar a un desastre sin precedentes.

La gente de los países superpoblados invadiría los países menos poblados y más ricos. Estallarían espantosas guerras por los escasos recursos. Las reservas de alimentos no responderían a la demanda y el deterioro medioambiental agravaría el problema. A medida que la Tierra se quedase sin recursos, tendría lugar un cambio histórico sin precedentes. Aunque el bulo de la bomba poblacional no duró demasiado, llevó a muchos americanos a controlar su fertilidad, acabando así con el “baby boom” de la posguerra mundial. Y su influencia continúa: alguno de los argumentos más dramáticos de los utilizados por los ecologistas en los ochenta y noventa comparten rasgos de la profecía de la bomba poblacional.

La versión más moderna de la profecía del cambio drástico tiene como protagonista de nuevo a la tecnología. Este revival se debe a los recientes avances en la cibernética, la informática y la ingeniería genética. Durante los setenta y ochenta, un ejército de profetas académicos y populares han predicho que la expansión de las nuevas tecnologías anunciaría el advenimiento de la sociedad postindustrial en la que se alterarían rasgos fundamentales de la vida y la organización humanas. Aunque algunos profetas avisaban de los problemas que esto traería consigo, la mayoría de estos pronósticos eran decididamente optimistas: el futuro sería completamente distinto al pasado histórico, y el poder transformador de la tecnología lo mejoraría inconmensurablemente.

Se trabajaría menos tiempo, y las personas encontrarían nuevas satisfacciones personales en actividades de ocio, como quizá los videojuegos. Como la gente trabajaría de nuevo en sus casas, la función de las ciudades cambiaría. Las ciudades dejarían de ser centros de producción y sobrevivirían sólo como lugares de ocio. La estructura social se transformaría también; la clave del poder estaría en el control de la información más que en la propiedad de la tierra o el capital.

Las nuevas tecnologías permitirían a los individuos cambiar las anteriores formas de organización: la gente trabajaría según sus propios intereses personales, y los productos se personalizarían de acuerdo con los gustos personales. Unos pocos críticos de este esquema se preguntan si no se aplicará más bien a los países más ricos en lugar de a todo el mundo. Pero algunos profetas aseveran que la extensión de la tecnología empujará incluso a las sociedades más pobres al postindustrialismo.

La siguiente interpretación del mundo de la revolución postindustrial se encuentra en La tercera ola (1974), de Alvin Toffler:

“Esta nueva civilización es tan revolucionaria que desafía a todas nuestras antiguas creencias. Los antiguos modos de pensar, las antiguas, fórmulas, dogmas e ideologías ya no se ajustan a los hechos, por amados o útiles que fueran en el pasado. El mundo que surge rápidamente del choque de los nuevos valores y tecnologías, las nuevas relaciones geopolíticas, los nuevos estilos de vida y formas de comunicación, exigen ideas y analogías, clasificaciones y conceptos totalmente nuevos. No podemos encajar el mundo en embrión del mañana en los convencionales moldes de ayer. Ni son apropiadas las actitudes y maneras ortodoxas.

La tercera ola de cambios históricos representa no una extensión en línea recta de la sociedad industrial sino un cambio radical de dirección, a menudo una negación de lo que hubo antes. Es nada menos que una transformación tan revolucionaria para nuestros días como lo fue la civilización industrial hace tres siglos. Es más, lo que está aconteciendo no es sólo una revolución tecnológica sino el advenimiento de una nueva civilización en todo el sentido del término.”

Es interesante que esta nueva fe en la tecnología durante la década de 1990 no haya traído aparejada una nueva visión negativa del futuro. Salvo los milenaristas religiosos, el fin de siglo no ha producido una nueva eclosión de teorías de cambio dramático.

Método predictivo III: Extrapolación de tendencias

Los dos modos predictivos descritos hasta ahora utilizan la historia bien como fuente de analogías o como escenario para futuros dramáticamente alterados. Se puede usar la historia de modo absolutamente distinto. Como su nombre indica, la extrapolación de tendencias utiliza la historia para identificar tendencias. Aunque la extrapolación de tendencias se ha utilizado siempre hasta cierto punto, ha ganado popularidad en las últimas décadas.

Hay dos razones para ello. La primera es la explosión del conocimiento científico (que también ha afectado a la ciencia histórica). La segunda es la demanda creciente de los gobiernos y los poderes financieros (especialmente los mercados de valores) de disponer de los mejores pronósticos posibles de lo que deparará el futuro. De hecho, algunas agencias como la Seguridad Social americana, exigen previsiones a cincuenta años vista para establecer sus políticas de financiación. Estas previsiones se basan en la extrapolación de tendencias importantes actuales.

El pronóstico de tendencias tiene dos partes. En primer lugar, los analistas deben identificar las tendencias actuales más importantes en una sociedad. En segundo lugar, y lo que es más importante, deben de determinar las causas de esas tendencias y las razones de su pervivencia. Después de todo, no todas las tendencias sobreviven, lo que hace vital el que los analistas determinen sus causas.

Las previsiones más seguras a corto plazo, y algunas de las que nos resultan más familiares están basadas, de hecho, en la extrapolación o proyección. Un ejemplo de este tipo de este tipo de pronóstico es la predicción de que el promedio de edad de las poblaciones de Estados Unidos y Japón crecerá en las próximas décadas. Esta asunción se basa en el conocimiento de una ya baja tasa de natalidad y una creciente esperanza de vida. Asume que la media de edad en ambos países, ya inusualmente alta atendiendo a estándares históricos, será incluso mayor en el año 2020.

Así mientras que en Estados Unidos hay actualmente tres trabajadores por cada jubilado, en el 2020 sólo habrá dos. Puede ocurrir algún tipo de estabilización de ahí en adelante, pero las tendencias actuales sugieren que el envejecimiento de la población crecerá más lentamente debido al estancamiento de la tasa de natalidad y a medida que la esperanza de vida crezca.

Este pronóstico entiende, por supuesto, que las tendencias actuales no se verán comprometidas por una repentina alza en la tasa de natalidad, una mortalidad más alta entre los adultos de mediana edad, o por nuevos patrones de inmigración que alteren la estructura demográfica actual.

El mismo tipo de análisis de tendencias podría extender un poco más hacia el futuro esta previsión. Entonces sostendríamos que para mediados del siglo XXI, la mayoría de las sociedades se encontrarían con un envejecimiento de su población como el de Occidente en los años veinte y al final del “baby boom” y como el experimentado recientemente por Japón.

Las tendencias actuales que apoyan esta predicción son la rápida caída de la tasa de hijos por mujer (a pesar del aumento de población producido por las anteriores altas natalidades), la estabilización final de la población y el aumento de la esperanza de vida). Así que, mediante la extrapolación de tendencias podemos afirmar que el siglo XXI será una centuria geriátrica. De hecho, buena parte de las políticas públicas del siglo serán determinadas por el creciente sector anciano, a medida que la gente mayor se adapte a su nuevo papel y la sociedad haga frente a este contingente sin precedentes de ancianos.

La interpretación de tendencias puede influir sobremanera, sobre todo si se combina con ejemplos o analogías del pasado. A mediados de los noventa, los inversores opinaban que en los próximos 50 o 100 años, las áreas de mayor crecimiento económico del mundo serían Extremo Oriente, Europa del Este y Latinoamérica, seguidas seguramente de Suráfrica y quizá Rusia.

Esta prospectiva se basaba en las tendencias recientes, como el rápido crecimiento en la ribera del Pacífico y en América Latina. Los productos nacionales brutos de varios importantes países latinoamericanos crecerían del 7 al 8% por ciento al año en el futuro próximo y China ya lo hacía a un ritmo del 10%. Al hacer este pronóstico, los inversores combinaban estas tendencias con la certeza más basada en la historia de que las zonas industriales recientes crecen a mayor velocidad que las zonas industriales maduras o las no industrializadas. Las bases históricas de esta certeza están en el Japón de 1920 a 1960 y en los Estados Unidos de 1870 a 1930.

Sin embargo estas tendencias no consideran todas las posibilidades. Asumen que no entrarán en juego nuevos factores como una gran guerra. Además, no consideran cambios que puedan provenir del crecimiento potencial de África, Asia meridional o cualquier otra zona, cambios que podrían parecerse a los experimentados por América Latina tras los años treinta. Finalmente, estas predicciones no anticiparon los reciente problemas financieras de la ribera del Pacífico.

A pesar de todo, cualquiera que sea la precisión de las previsiones de los inversores, demuestran cuánta información puede entresacarse de la extrapolación de tendencias cuando se combina con una buena fundamentación en el trasfondo histórico. Las proyecciones parecen plausibles, al menos para las próximas décadas; sin embargo, la tentación de extenderlas más allá en el futuro hasta cubrir todo un siglo, revela más bien sus limitaciones. Incluso así, la consideración de tendencias nos lleva a objetivos cada vez más ambiciosos porque están basados en datos claros y fiables.

La proyección de tendencias se utiliza rutinariamente en las previsiones de empleo. Los empleos que requieren trabajadores en esta década se presentan como una fuente de oportunidades en la próxima. Basándose en este tipo de análisis de tendencias, los analistas predicen que las salas comerciales de cine perderán puestos de trabajo, mientras que se ganarán en empleos como actores y como personal de parques de atracciones. Se demandará personal médico de todas las categorías. El sector que más crecerá será el de programadores de software, así como el de guardas de seguridad. Así siguen las predicciones, diciéndonos que lo que sucede ahora sucederá mañana en mayor medida.

Y mientras que el análisis de tendencias proporciona pronósticos que son bastante útiles, como en el caso de las previsiones de empleo, también pueden dar pronósticos que los políticos prefieren ignorar. Por ejemplo, parece evidente que en los próximos 20 años cada vez más países tendrán armas nucleares. La tendencia ya se ha desvelado con las pruebas nucleares en Pakistán en 1998. Las causas de esta tendencia están claras: la capacidad tecnológica y científica continua creciendo, cada vez más potencias regionales quieren demostrar su fuerza, y la influencia de las superpotencias declina (y además sabotean la limitación de armas nucleares rehusando deshacerse de sus arsenales).

Para el año 2020 muchos países serán potencias nucleares. Con este panorama, se pensaría que los políticos actuales deberían preferir prepararse para el futuro, más que ignorarlo. La gran pregunta que se deduce de esta situación, por supuesto, no depende de las tendencias sino de las analogías históricas: en el pasado, cuando un país ha adquirido armas, ha terminado por utilizarlas. ¿Se repetirá este patrón o podremos alterarlo?

Aunque el análisis de tendencias puede ser utilizado con éxito en áreas específicas como en el ejemplo del envejecimiento o en el del armamento nuclear, también puede usarse para hacer generalizaciones absurdas. Muchos expertos creen que las sociedades se están modernizando en direcciones predecibles, así que, a menos que suceda una catástrofe imprevisible, se harán cada vez más parecidas. En el curso de esta modernización, se extenderá la producción industrial, las familias consistirán cada vez más en padres e hijos solamente, con bajas tasas de natalidad, la educación se extenderá y llevará a una mayor familiaridad con la ciencia, se reducirán las desigualdades por razones de sexo y el consumismo crecerá. Los expertos afirman que estas tendencias se dan ya en la mayoría de las sociedades y predicen que continuarán extendiéndose.

Otros citan la reciente expansión de la democracia en la mayoría de los continentes, de Paraguay a Sudamérica y de Taiwan a Polonia, para apoyar el argumento de que los sistemas políticos democráticos son una ola para el futuro. Como vemos, aunque el análisis de tendencias no suele usarse para realizar predicciones absolutas como los de la fórmula de discontinuidad histórica, sus implicaciones pueden variar enormemente.

Por qué no podemos conocer el futuro

Con tres modelos de predicción a nuestro alcance, todos ellos plausibles y usados con profusión, ¿por qué se nos sigue escapando el futuro? ¿Por qué se equivocan tantas predicciones? Muchas parecían plausibles cuando se hicieron (incluso la de la década de 1940, cuando se pensaba que en la de 1970 todo el mundo utilizaría helicópteros en lugar de coches, o las de esta última, cuando se pensaba que las comunas sustituirían a las familias y la juventud se convertiría en una fuerza revolucionaria). ¿Por qué seguimos equivocándonos?

En primer lugar, los tres modelos predictivos chocan entre sí. Un pronóstico basado en la asunción de que las actuales tendencias se intensificarán en el futuro, es por naturaleza distinto de uno basado en la teoría de la discontinuidad dramática. Además, ambos métodos suelen subestimar la importancia de los ciclos históricos. Para entender las diferencias inherentes entre los métodos de predicción basados en la discontinuidad dramática y en el pronóstico de tendencias, y cómo ningún método puede predecir el futuro con acierto por sí solo, consideremos dos posibles predicciones sobre el año 2020.

¿Será esta una época dramáticamente transformada por la computerización y la robótica? ¿O dominará el proceso de envejecimiento, a medida que los jubilados compongan un mayor porcentaje de la población? Puede que se den las dos cosas, pero pocos expertos son capaces de imaginar un panorama de esta complejidad. Los partidarios de la tecnología tienden a olvidar los efectos del envejecimiento de la población, y los seguidores de las tendencias pueden subestimar la capacidad de la tecnología para crear una discontinuidad dramática. Así que no tenemos modelos de suficiente complejidad como para adivinar qué pasará.

Además cada modo predictivo tiene su propio punto débil, basado en su utilización de la historia. Por ejemplo, las analogías basadas en la idea de recurrencia asumen que los sucesos históricos serán lo suficientemente semejantes en el tiempo como para que acciones parecidas tengan efectos parecidos.

Pero muchos historiadores piensan que este es un caso bastante raro, lo que revela las limitaciones inherentes de la analogía. Cuando el rector de una universidad hace una analogía como “los ordenadores harán por la educación lo que la máquina de vapor hizo por la industria”, ¿están las dos situaciones lo suficientemente relacionadas como para tener algún significado, aparte de la obvia alusión al cambio dramático? En un caso extremo, empecinarse en la analogía puede llevar al desastre, como le sucedió a Francia durante la década de 1930, al asumir erróneamente que la II Guerra Mundial sería como la Primera, y construir una elaborada línea de fortificaciones en su frontera septentrional para evitar una invasión alemana. La desventaja francesa resultó cuando los alemanes sencillamente contornearon la línea.

El uso de la teoría de la discontinuidad dramática para predecir el futuro depende obviamente de la fe (en Dios, en la tecnología o en una causa política arrebatadora). Por ello, las predicciones basadas en ella no pueden ser desmentidas por el paso del tiempo. Muchos de estos pronósticos no se han hecho realidad aún. El año 1984, por ejemplo, pasó sin parecerse demasiado a lo que Orwell predecía en su novela. Una debilidad clave del método de discontinuidad dramática es la asunción de que un solo factor modificará el futuro.

La historia demuestra que la mayoría de los cambios sociales están sujetos a varios factores, que suponen además una continuidad. Como vemos, la confianza en un único suceso dramático como determinante del cambio futuro es irreal porque en enfoque es demasiado simplista, dada la complejidad de la sociedad.

El análisis de tendencias, que por otra parte es el modo de predicción más conservador, es vulnerable a las variables inesperadas. Por ejemplo, una serie de sucesos pueden acabar con la tendencia al envejecimiento de la población. El encarecimiento de las pólizas de seguros puede acabar denegando los cuidados médicos a los ancianos y disparar su tasa de mortalidad.

Una nueva política de inmigración puede traer a gente joven de otros países y alterar el promedio de edad de la población. O la tasa de natalidad puede aumentar de repente, como sucedió inesperadamente con el “baby boom” de los cuarenta. La teoría de que las sociedades se asimilarán mediante la modernización es atrayente, pero no considera variables religiosas, como el ascenso del fundamentalismo islámico e hindú en América.

Para acabar, a pesar de nuestros esfuerzos por hacer predicciones usando la analogía histórica, estudiando los ciclos o tendencias históricas o identificando los catalizadores de un cambio dramático, no podemos saber lo que nos reserva el futuro. Podemos, no obstante, disfrutar especulando con él, y estudiar qué predicciones son las más plausibles. La historia sigue siendo la clave de esta labor. Escogeremos las predicciones atendiendo al uso que hagan de la historia. A pesar de reconocer que no podemos saber con seguridad que nos deparará el futuro, con toda probabilidad podemos predecir que los pronósticos acerca de él seguirán
basándose en el pasado.

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miércoles, 25 de febrero de 2009

LAS OTRAS HISTORIAS (Los Poderes Animales)

LOS OTROS SENTIDOS DE LOS ANIMALES

Casi todos los que poseen una mascota reconocen que en más de una ocasión se comportan como si intuyeran lo que van a hacer o qué va a pasar. Un ejemplo histórico sobrecogedor es el de Sir Winston Churchill, que se encontraba enfermo y en cama atendido por sus médicos. Una noche, cuando ya estaba fuera de peligro, su gato empezó a maullar para salir de la habitación. Al día siguiente el mandatario ameneció muerto. El gato había presentido su muerte mejor que los doctores.

Es cierto que los animales tienen algunos sentidos más desarrollados que los humanos; los perros tienen 40 veces más células olfativas, y su rango de sonidos audibles es mucho mayor, además de poder orientar sus orejas, aunque su vista no le permite identificar un objeto inmóvil a más de 300 m. si no lo puede oler. Con los gatos sucede igual, aunque éstos usan más su sentido del tacto a través de sus bigotes.

Otros animales poseen otros no menos curiosos sentidos, como el fino oído de los delfines, que puede escuchar el latido del corazón de una persona para determinar su estado anímico o para "ver" objetos en tres dimensiones ocultos a su vista. Su elevada inteligencia además les permite tener un sonido concreto (como un nombre) para identificar a cada uno de su especie.

Son muchos los sentidos que poseen los animales, y en especial nuestras mascotas; sin embargo los que conocemos no pueden explicar ciertos comportamientos: no es raro que un gato intente descolgar un teléfono que suena sólo si es su amo el que llama, o que estos posean un sentido de orientación tan fino que se han dado casos de felinos que han recorrido 3.500 Km. para encontrar a su amo.

También se conoce el caso de una tortuga que sabía cuándo su ama le iba a dar de comer sin que ésta pronunciara una sola palabra, bastaba con que lo pensase. Algunos perros saben cuándo su amo está en peligro y se ponen tristes o saben cuándo va a llegar a casa incluso en horas poco habituales. No es extraño que en la antigüedad se les atribuyeran poderes mágicos o que se venerara a los gatos en Egipto.

No todos los fenómenos son inexplicables: las sensibles patas de un gato pueden predecir un terremoto y al oír las palabras veterinario o vacaciones ya saben lo que le espera y actúan en consecuencia. Son también muy sensibles a los fenómenos eléctricos y barométricos, de modo que pueden predecir en cierta manera el tiempo.

Los científicos no se ponen de acuerdo entorno a los fenómenos inexplicables, pero los más desinhibidos apuntan a que los animales pueden detectar campos energéticos invisibles para nosotros, que hemos perdido esta facultad por el desuso. Lo cierto es que los amos y sus masconas en general se entienden a la perfección, y eso es lo que importa.

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COLÓN FUE EL ÚLTIMO EN LLEGAR A AMÉRICA

De acuerdo con lo que solemos creer, Cristóbal Colón descubrió América, y aunque sea esto lo que nos cuenta la Historia los indicios indican que en realidad fue el último en redescubrir lo que ya se conocía desde antiguo.

La primera relación entre la civilización mediterránea y la Americana la encontramos en la cultura egipcia. Habría que preguntarse a qué se deben las altas dosis de nicotina halladas en momias egipcias, cuando la única planta con considerables dosis de esta sustancia es la conocida planta del tabaco que sólo se encontraba por entonces en América. También intriga la similitud de ambas culturas en aspectos clave de sus sociedades, tanto en la construcción de pirámides y en la momificación de sus muertos como en sus exactísimos calendarios lunares de 360 días más 5 días "nefastos". También la correlación entre dioses de ambas civilizaciones (Osiris- Quetzalcóalt, Anubis- Xólotl) nos hace pensar en colonias egipcias en suelo americano. Pero ¿cómo pudieron cruzar el Atlantico?.

El aventurero Thor Heyerdhal creía firmemente que la travesía era posible, así que se construyó un barco de papiro igual a los del antiguo Egipto de hace 4.000 años, y desde Africa zarpó rumbo a las Américas. Su viaje fue un éxito, y quizás otra prueba de un antiguo periplo lo constituyen las embarcaciones que aún hoy se construyen en el lago Titicaca (Bolivia), idénticas a las egipcias salvo que en vez de papiro son de totora.

Por lo que parece, los egipcios fueron los primeros, pero desde luego no los últimos. Como extraído de una película de Indiana Jones, en Puso Alto (Brasil) se halló la siguiente inscripción: "Somos cananeos de Sidón, de la ciudad del rey-mercader...", y los Fenicios tampoco escatimaron en pintadas; así, en Ronan (Brasil) escribieron: "Tras un largo y peligroso viaje, efectuado en cuatro barcos, alcanzamos, junto a nuestros compañeros y treinta esclavos el desembarcadero...".

Lo fenicios guardaban bajo pena de muerte el secreto de las tierras más hallá del Atlántico, quizás por eso sólo nos queden pruebas de sus viajes en la misma América, muchos investigadores aseguran que las ruinas de ciudades como Nichteroy, Campos y Tijuca en Brasil, en Pattee´s Cave y en el monte Show en América del Norte, son de factura fenicia. Y los Cartagineses, como herederos de la cultura fenicia, quizás también se pasearon por tierras americanas partiendo de sus bases en las islas Canarias y Azores. La única prueba la constituye unas inscripciones en Virginia (EE.UU.) escritas en una variedad alfabética del cartagines de los siglos VIII y VII a. C.

El secreto de la tierra americana se conservó bastante bien en manos fenicias y Cartaginesas, hasta el punto de desaparecer con sus civilaciones, sin embargo sí se descubrió una vez pudo redescubrirse después. La tradición griega habla de colonias celtas al otro lado del Atlántico, y para ciertos investigadores los galos fundaron la ciudad de Temistitamán.

Los romanos, como grandes conquistadores, parece que también pusieron el pie en América aunque quizás sólo por casualidad. Esto explicaría la presencia de varios restos arqueológicos: una moneda romana en las Antillas descubierta a principios de siglo, un vaso de terracota repleto de monedas romanas de bronce en el istmo de Darién (Panamá); una moneda del siglo II encontrada en Tennessee (EE.UU.) o una copa semejante a otras halladas en Pompeya. También es curioso el hecho de que en la misma Pompeya se encuentren frescos que representan frutos americanos como la piña tropical y el ananás.

Cada vez está más aceptada la idea de colonias vikingas en el continente Americano. Impulsados por la necesidad de tierras y su afán de navegar siempre mas allá, en el año 870 los noruegos descubrieron y colonizaron Islandia. Un siglo después Erik el Rojo llegó hasta Groenlandia, pero fue su hijo el que llegaría a tierras americanas. Así, en su relato describe a la vez que nombra las nuevas tierras: Helluland, la Tierra de Piedras Planas (probablemente la costa sur de la Isla de Baffin, al norte de Canadá y muy cerca de la costa oeste de Groenlandia); Markland, la Tierra de los Bosques, (la costa sur de la península del Labrador, que ocupa todo el noroeste canadiense); y Vinland, la Tierra del Vino, donde encuentra viñedos y trigo salvaje, (y que probablemente no sea sino el norte de Terranova).

Esta vez sí fueron divulgados los descubrimientos para gloria de los vikingos y quizás por la ausencia de competidores, pero no pudieron asentarse colonias permanentes hasta el año 1.010 de la mano de un tal Thorfinn Karlseni. Y así lo descubrió Lánse Aux Meadows en el extremo norte de Terranova: ocho casas de típica factura vikinga junto a agujas, lámparas de piedra de estilo islandés medieval, fragmentos de un torno de hilar, una pequeña herrería con un yunque de piedra y un horno para extraer hierro.

Y así de nuevo una leyenda danesa habla de América redescubierta esta vez por veinte hombres que partieron del golfo de Vizcaya y Bayona para llegar en 1.412 a Terranova, en la que curiosamente varios topónimos son de origen vasco y que ciertas voces euskeras hayan sido adoptadas por los indios mimac a orillas del rio San Lorenzo (Sureste de Canadá).

La tradición medieval habla de monstruos terribles en los confines del Atlántico; quizás estas leyendas surgieran con la idea de ocultar los grandes bancos de pesca que bretones y vascos disfrutaban en secreto en las costas de Terranova.

Y así, sabiendo de oídas de una tierra más hallá del mar fueron más tarde los portugueses a los que tocaría de nuevo llegar a las costa americanas guardando celosamente el secreto. Y parece que en tiempos del rey Enrique se vieron sus costas más hallá de Cabo Verde y así lo reflejaron en uno de los mapas de Bianco el Veneciano de fecha 1.447 para futuras expediciones.

La expedición capitaneada por Diego de Teive en 1.452, se adentró en el Atlántico Norte y llegó hasta Terranova; la misma tierra a la que llegarían veinte años después los nobles portugueses J. Vaz Cortereal y álvaro Martínez Omen, que en realidad formaban parte de una expedición danesa que pudo haber alcanzado la bahía norteamericana de Hudson, al norte de Canadá, siguiendo el rastro de los relatos y los bancos de peces.

Alonso Sánchez era una persona normal, de profesión marino, al que la Historia le reservaba un extraño papel. Partío desde Huelva en 1.480 con sus compañeros rumbo a las Islas Orientales. Pero una tormenta desvió la nave para ir a dar con ella a las Antillas, a la que más tarde sería La Española, pero que entonces los nativos la llamaban Quisqueira. Así hizo un mapa de la isla y la ruta para regresar a su tierra. Pero la fortuna no lo acompañó tampoco de vuelta de modo que llegó ya moribundo a las costas de Madeira (isla perteneciente a Portugual). Cayó a tierra desde su maltrecha embarcación a los pies de un avispado marino al que contó antes de morir todas sus andanzas para entregarle el mapa, sin saber que entregaba también todo el mérito a aquel conocido como Cristóbal Colón.

Sin perder tiempo Colón empezó las indagaciones. Interrogó a dos marinos de Palos de la Frontera (Huelva) que le informaron sobre cómo habían llegado al Caribe, islas dibujadas ya en el mapa de Toscanelli, que Alfonso V de Portugal entregó en 1.475 a F. Teles de Meneses. También se trasladó hasta Bretaña para entrevistarse con un marino llamado Coatalem, que había estado bajo las ordenes de Jean Coustin, navegante y pirata según las circunstancias, que en 1.488 las corrientes ecuatoriales le condujeron a las costas de Brasil, y no sería sino otro más en llegar si no fuera por que curiosamente el jefe de la expedición era español y se apedillaba Pinzón.

Después la Historia cuenta cómo consiguió Colón hacerse con una expedición hacia las nuevas tierras, aunque recurriendo a cálculos "trucados", quizás para justificar algo que ya sabía y que no podía desvelar; no era cuestión de contar historias de marinos y naufragios que no justificaban el gasto de una expedición.

Y así, entre el 23 y 24 de septiembre de 1.492 lo encontramos al borde del motín, con la marinería pidiendo el regreso a casa. Viendo que se le venía abajo su futuro y ya perdido cuenta fray Bartolomé de las Casas cómo el almirante entrega el mapa a Pinzón con los datos de la travesía para, tras una acalorada discusión, descubrir que se habían desviado de la ruta. Rectificaron para más tarde ser Rodrigo de Triana el primero en decir "¡TIERRA!".

Más tarde escribiría Colón a los Reyes Católicos: "No he utilizado ni razón, ni cálculos, ni mapamundis. Simplemente se ha cumplido lo que predijo Isaías", ¿ Se referiría al cúmulo de coincidencias que le condujeron a buen puerto?.

Así que parece que Colón fue el que aun no siendo el primero en llegar, sí fue el que hizo posible por fín la colonización europea del continente americano, aunque como si fuera una maldición, él, al igual que otros muchos después, no encontraran en la aventura americana más que penurias y un trágico fin nada acorde con sus logros.

Pablo Féliz

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martes, 24 de febrero de 2009

ORIGENES DEL ALFABETO

La invención de la escritura

Las primeras escrituras conocidas fueron inventadas por los egipcios y los mesopotamios durante el milenio -IV, es decir, hace aproximadamente cuatro mil años a.C.. La escritura de los egipcios es llamada jeroglífica y la de los habitantes de Mesopotamia cuneiforme.


Eran sistemas muy completos pero, tan complicados que su interpretación, lograda por los europeos hace poco más de un siglo, costó ímprobos esfuerzos. Todavía en lenguaje corriente solemos decir, refiriéndonos a una cosa que nos cuesta mucho comprender, que es un jeroglífico. Sin embargo, en su origen, esas complicadas escrituras debieron ser muy elementales.

Al principio, los signos fueron sólo dibujos de objetos, y su finalidad era referirse a esos objetos o expresar una idea fácilmente sugerida por su contemplación. Así, por ejemplo, el dibujo del disco solar podía significar el Sol, pero también la idea de día. Dos flechas con sus puntas opuestas podían sugerir la idea de guerra.

Esta manera de escribir, rudimentaria y simple, es conocida con el nombre de escitura pictográfica, o sea escritura pintada
En Egipto y Mesopotamia, las primitivas escrituras también fueron pictográficas, pero luego esto cambió fundamentalmente.

Los signos dejaron de ser representación del objeto dibujado o de una idea que a él se vinculara para expresar, en cambio, el sonido de la palabra correspondiente a ese objeto. El dibujo, del disco solar ya no representó al Sol, o al día, sino al sonido de la sílaba sol.

En consecuencia, para escribir las palabras soledad, solución, soldado, debería emplearse en primer término el signo del Sol, el cual, en este caso, ya no tendría valor como dibujo pictográfico de una cosa, sino como expresión de un sonido. Puesto que los signos valen como sonidos, se llama a este sistema de escritura, escritura fonética (de fonos, sonido), este cambio señaló un cambio extraordinario, porque a partir de ese momento las escrituras jeroglífica y cuneiforme tendieron a ser lo que es la nuestra: una representación de los sonidos que emitirnos al hablar.

El empleo de los signos fonéticos fue el invento creador de la verdadera escritura. Porque antes sólo podían representarse cosas o ideas, mientras que en adelante, con la combinación de signos fonéticos, pudieron escribirse las palabras.

Sin embargo, los sonidos representados por jeroglíficos y cuneiformes eran sonidos complejos, equivalentes a nuestras sílabas.

Quedaba pues, un gran progreso a realizar, reducir el número de signos a los estrictamente indispensables para representar los sonidos más simples que puede modular la garganta humana.

Esto fue obra de los fenicios, pueblo comerciante de Oriente, que hacia el año -1000 inventó el primer alfabeto, del que, a través de griegos y romanos, deriva el nuestro.


La escritura egipcia.

Los egipcios escribían con una pequeña caña puntiaguda, mojada en una especia de tinta que se preparaba con agua, goma y algunas sustancias vegetales que le daban el color. Usaban como papel los tallos de una caña, el papiro (de ese nombre ha derivado nuestra palabra papel), que crecía abundantemente en las orillas del Nilo.

Las inscripciones en las paredes de los monumentos y las tumbas eran, por lo general, grabadas o pintadas; los egipcios se preocupaban en tales casos de que los signos fuesen ejecutados con mucha precisión y exactitud. En cambio, cuando se escribía sobre papiro no se respetaba esa minuciosidad en el dibujo y así se fue desarrollando un tipo, de escritura popular más simple, diferente de la otra, como son diferentes, entre nosotros, la escritura a máquina y a mano.

La escritura jeroglífica fue usada en Egipto durante más de 3 000 años. Pero los conquistadores que sucesivamente dominaron esas regiones orientales, trajeron otros sistemas de escritura e hicieron caer en desuso y en el olvido los viejos signos jeroglíficos. Esta situación se mantuvo hasta principios del siglo XIX, en que los jeroglíficos fueron descifrados por el francés Champollion.

Champollion encontró la clave de los jeroglíficos estudiando las inscripciones contenidas en un bloque de piedra hallado en la localidad egipcia de Roseta, que databa de la época en que los griegos dominaron el antiguo Egipto, es decir 2 000 años antes. Contenía una inscripción redactada en tres escrituras: 1, jeroglífica; 2, popular, o sea jeroglífico simplificada; y 3, griega. Las tres inscripciones correspondían, así, a dos lenguas. la egipcia, desconocida, y la griega, conocida. Era común, durante la dominación griega, que los decretos reales se escribieran simultáneamente en lengua egipcia, con signos egipcios simplificados o complejos, y en lengua griega, con signos griegos.

La línea superior es de escritura jeroglífica. La inferior representa
su equivalente popular, cuyos signos se escribían con
tinta sobre papiro. (De E. Granding.)


La escritura mesopotámica.

La escritura mesopotámica es conocida con el nombre de cuneiforme porque los signos que la componen tienen la forma de una cuña o de un clavo (cuneus). Esto signos en forma de cuña son pues, muy diferentes de los jeroglíficos egipcios, los cuales representan generalmente animales y cosas. Los signos cuneiformes fueron también originalmente dibujos de animales y cosas, pero perdieron paulatinamente esa forma debido a que se escribían sobre pequeñas tabletas de arcilla blanda, que luego se endurecían por cocción. En ellas se grababan los signos con una especie de punzón de caña o de hueso.

Al escribir de ese modo era más fácil combinar líneas rectas que trazar la curva de un contorno. Por ello, se fue simplificando poco a poco el signo primitivo, reduciéndolo a una combinación de caracteres rectos, horizontales, verticales y oblicuos, cuyo aspecto de cuña se explica por la forma de la base del punzón y por la manera de apoyarlo sobre la tableta (con más fuerza al empezar el signo, para hendir la arcilla)

La escritura cuneiforme se generalizó, y fue empleada no sólo por los pueblos de Mesopotamia, sus inventores, sino también por los de Siria, Palestina, Asia Menor y Persia.


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El desarrollo y expansión de la lengua española

Las lenguas de la península Ibérica

Aunque el latín no era una lengua autóctona de la península ibérica, el hecho de que en ella se hablara la lengua de los iberos, celtíberos, cántabros o lusitanos no tuvo la misma importancia que la llegada del latín en la Hispania, a partir del año 218 a.C., el cual, una vez impuesto, fue usado con propiedad por los hispanos. Sin embargo, luego del debilitamiento, fragmentación y finalmente caída del imperio de occidente, la lengua latina siguió su propio camino, en el cual confluyeron las formas tradicionales de expresión y los nuevos hábitos lingüísticos desarrollados por estos hablantes.

Justamente, es en este periodo, que va desde el siglo IX hasta el XII, cuando surgieron en la península unos romances, que darían paso a lenguas románicas —gallego-portugués, leonés, castellano, navarro-aragonés, catalán y mozárabe—, unas nuevas formas de hablar el latín, sólo que independientes ya de su lengua madre, convertidas cada una en un sistema propio, siendo el castellano —de todas ellas— la lengua destinada a ser una de las más habladas en todo el mundo y de ser, además, la lengua de transición entre la edad media y la edad moderna.


Orígenes del español

El castellano, dialecto románico surgido en Castilla y origen de la lengua española, nació en una franja montañosa, mal y tardíamente romanizada, inculta y con fuertes raíces prerromanas (Burgos, Iria Flavia, Oviedo, Amaya, Pamplona), en la cual surgieron los condados y reinos medievales españoles, y en torno a esos nuevos centros fueron desarrollándose las variedades dialectales. El castellano, dialecto de los montañeses y vascos encargados, en el siglo IX, de defender de los árabes (en la península desde el año 711) la frontera oriental del reino asturleonés, toma su nombre de castilla —del latín castella, plural de castellum— que en periodo visigótico significó ‘pequeño campamento militar’ (diminutivo de castrum) y luego ‘tierra de castillos’. Con respecto a los vascos, se sostiene que éstos, con su propia lengua , influyó profundamente en esta nueva lengua románica.

La modalidad idiomática navarro-aragonesa, utilizada en el lugar en donde confluían tres reinos, Castilla, Navarra y Aragón, dio origen, en el siglo XI, a los primeros documentos peninsulares en una lengua romance: las glosas emilianenses (puedes consultar un interesante artículo sobre ellas en la Página de Ricardo Soca)y las glosas silenses . En el año 1042, por otra parte, se escribieron las jarchas, primeros textos en castellano, pero con caracteres árabes o hebreos.


Consolidación del castellano

El primer texto literario escrito íntegramente en castellano fue el anónimo Cantar de mío Cid, cuya versión original data del siglo XII (1140 aproximadamente), aunque la que hoy se conoce es la de 1307, copiada por Per Abatt. También del siglo XIII es la Grande e General Estoria de España de Alfonso X, rey de Castilla entre 1252 y 1284.
Estos primeros textos escritos en castellano no se ajustaban a una única norma ortográfica, ya que ésta no existía. Sin embargo, a partir de Alfonso el Sabio —que publicó sus obras en castellano en vez de latín— es posible detectar una cierta uniformidad y ésta es, probablemente, la escritura más fonética de la historia del idioma, además de haber adquirido, gracias a este monarca, el prestigio de lengua nacional.

De hecho, se consideran que en la historia lingüística del castellano se pueden distinguir dos etapas: la primera, denominada "romance", en la que se escriben las primeras muestras de la nueva lengua, donde las variedades se van homogeneizando en torno al habla de Burgos, primer centro de nivelación del idioma, y la segunda, denominada "castellana", que comienza a partir de la obra del mencionado Alfonso X el Sabio. Más tarde, en el siglo XIV, aparece el Libro de Buen Amor, de Juan Ruiz, arcipreste de Hita.

Por su parte, en el ámbito histórico, Castilla se consolidó como la monarquía más poderosa del centro peninsular, lo cual le permitió, en el siglo XIII —gracias al dominio que ejerció sobre los reinos vecinos— convertirse en el único reino ibérico capaz de lograr la recuperación de los territorios bajo dominio musulmán, lo cual es, prácticamente, sinónimo de la expansión del castellano. Es entonces cuando este dialecto, eminentemente innovador e integrador, se hizo lengua de cultura, pues Castilla —convertida ya en una gran nación— necesitó de una forma lingüística común.

Además, fue la lengua a través de la cual se tradujeron grandes obras históricas, jurídicas, literarias y científicas, gracias a lo cual en toda Europa se conoció la cultura de Oriente, proceso en el cual tuvo importancia radical Alfonso X y su corte de intelectuales agrupados en la Escuela de traductores de Toledo, integrada, entre otros, por judíos conocedores del hebreo y el árabe.


El castellano como lengua unificadora

Con la unión monárquica de Castilla y Aragón se concluyó el proceso de la reconquista, con el cual se había iniciado la lucha contra los musulmanes y que concluyó con la recuperación del reino de Granada, además de, con la expulsión de los judíos en 1492, los cuales hablaban una variedad del castellano: el judeoespañol o sefardí.

Según los especialistas, el castellano actuó como una cuña que, clavada al norte, rompió con la antigua unidad de ciertos caracteres comunes románicos antes extendidos por la península, penetró hasta Andalucía, dividió alguna originaria uniformidad dialectal, rompió los primitivos caracteres lingüísticos desde el Duero a Gibraltar, borrando los dialectos mozárabes, y ensanchó cada vez más su acción de norte a sur para implantar la modalidad especial lingüística nacida en el rincón cántabro. A la vez, el castellano se enriqueció gracias a los regionalismos peninsulares; por ejemplo, del gallego y del portugués (bosta, corpiño, chubasco), del leonés (rengo ‘cojo’), del andaluz (barrial ‘barrizal’, pollera ‘falda de mujer’), etcétera. Así, el castellano unificó rápidamente a gran parte de la península: desplazó las hablas leonesas y aragonesas; se convirtió en la lengua romance propia de Navarra, en lengua única de Castilla, de Andalucía y del reconquistado reino de Granada.

Tuvo tal fuerza que no sólo se consolidó como lengua de unidad, sino también se vio definitivamente consagrada con la aparición de la primera gramática de una lengua romance: la Gramática de la lengua castellana de Elio Antonio de Nebrija, publicada en 1492 y, veinticinco años después, en 1517, con la obra del mismo autor, las Reglas de ortografía castellana, que compendia el texto anterior en su parte ortográfica.


El español llega a América

En 1492, cuando Cristóbal Colón llegó a América, el castellano se encontraba consolidado en la península, pero durante los siglos XV y XVI se produjo una verdadera revolución consonántica que afectó especialmente a las llamadas sibilantes, las cuales se redujeron, y ésa fue la variedad que llegó al Nuevo Mundo, generalmente conocida como español de América. En este continente se enriqueció con el aporte de las lenguas aborígenes de Hispanoamérica.

A partir del siglo XVI se impuso el término de español al convertirse en lengua nacional. De hecho, en 1536, es el emperador Carlos I, en presencia del Papa, quien utiliza por primera vez la expresión lengua española, la cual —según el monarca— "era tan noble que merecía ser sabida y entendida de toda la gente cristiana, hecha para hablar con Dios". El término castellano subsistió como nombre del actual dialecto de Castilla.

Desde 1492 a la fecha, el español se ha extendido por los cinco continentes. Además de ser la lengua oficial de España y de diecinueve países de América y el Caribe (México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Cuba, República Dominicana, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Argentina, Chile y Puerto Rico, en este último, junto con el inglés), es, además, idioma nativo —total o parcialmente— en determinadas zonas de Estados Unidos (Nuevo México, Arizona, Texas, California y Florida), país en el cual es la segunda lengua principal, con 23 millones de hablantes. Se estima que en la próxima década, entre 27 y 30 millones de norteamericanos hablarán español, los cuales constituirán el 12% de la población de Estados Unidos. Ya Nueva York y Los Ángeles tienen, respectivamente, más de un millón de hispanohablantes.


El español en otros lugares del mundo

El español también se habla en Filipinas (cerca de un millón y medio de hablantes en 1988), junto con el inglés y el tagalo, y en Trinidad, isla situada cerca de Venezuela. Por otra parte, debido a que la isla de Pascua (cuya lengua nativa es el rapa-nui) es territorio de Chile, también se puede decir que el español se habla en la Polinesia.

Se afirma que el español es asimismo la lengua materna de cientos de miles de judíos sefardíes o sefarditas descendientes de aquellos expulsados de España en 1492, quienes viven especialmente en Turquía, los Balcanes, el Asia Menor, norte de África; pero también en Holanda, Grecia, Bulgaria, Yugoslavia, Egipto, Líbano y Siria; además, existen grandes comunidades en Francia, Estados Unidos e Israel.

En África, se habla español en Marruecos, y es lengua oficial y de instrucción en la Guinea Ecuatorial, donde la hablan más de 300.000 habitantes, mientras que en Oceanía cada día crece el porcentaje de hispanohablantes, pues en Australia reside un gran número de inmigrantes de origen hispano. Finalmente, se estudia en colegios y/o universidades en casi todas partes y es lengua oficial de las Naciones Unidas, la Unión Europea y otros organismos internacionales.

En consecuencia, la lengua española tiene presencia en todos los continentes, lo que la convierte en la tercera lengua más hablada en el mundo y en una de las más extendidas geográficamente. De las aproximadamente 5.000 lenguas que existen en todo el orbe, el español ocupa un lugar de privilegio con cerca de 400 millones de hablantes
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