El monumento:
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Es la única de las maravillas del la Antigüedad que ha sobrevivido a nuestros días pese a ser la más antigua de todas ellas. Su origen se remonta a la IV dinastía Egipcia (c. 2560 a.c.) y representa un modelo tipo de construcciones funerarias del Antiguo Egipto. Cuando fue construida, la pirámide tenía 145,75 metros de alto (hoy son diez menos) y la convirtieron en la construcción más alta realizada jamás por el hombre hasta el siglo XIX, momento en el que otras grandes obras ocuparon privilegiado lugar en la escala. Su estructura interior responde a una serie de cámaras unidas por pasillos donde fueron enterrados los cuerpos del faraón y su de su esposa.
La Historia del monumento:
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En el Antiguo Egipto la construcción se mantuvo como ejemplo glorioso de una obra realizada por sus antepasados. Posiblemente en tiempos de los propios descendientes dinásticos las cámaras se empezarían a saquear, si bien es presumible que el exterior se mantuviese tal y como se proyectó hasta que el paso de los siglos y diversas vicisitudes históricas como la utilización a modo de cantera en tiempos del dominio egipcio por los árabes terminaron por afectar gravemente al monumento.
Sea como fuere, la magnificencia de las pirámides se mantuvo y fue objeto de referencia en la cultura occidental a través de los libros de viajes que describían la obra, aunque el verdadero conocimiento de las mismas no llegaría hasta las campañas napoleónicas y en los posteriores trabajos de investigación que desde entonces se han venido realizando en el monumento.
El grabado de Heemskerck:
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El autor se basó en las referencias medievales que de la obra se tenían, noticias sobre los en aquel entonces denominados “graneros de José” (esa era la función que se les intuía). Pese a las descripciones de viajeros y soldados que se tenían de los monumentos, el autor manierista plasma su peculiar visión de los mismos. Tal y como se puede contemplar en la imagen.
Las grandes diferencias de esta ilustración con la imagen que de las pirámides tenemos en la actualidad viene por dos caminos diferentes. Por un lado el autor del grabado manieriza artísticamente la obra, en este sentido el recurrir a una pirámide generada a través de un plano isósceles en lugar de equilátero es algo bastante usual en este movimiento artístico que de esta forma rompe con la proporcionalidad clásica; es más, la organización de la construcción como una obra escalonada además de ser una contaminación de los zigurats mesopotámicos a los que se hace referencia en la Biblia (Torre de Babel), ahonda en la idea anticlásica típicamente manierista.
Por otro lado otras diferencias vendrán de la mano del sentido común que le intenta dar el artista a la construcción: Sería lógico pensar en que el edificio pudiese tener una serie de puertas de acceso en la misma proporción que el conjunto de la construcción, puertas que siguiendo esta “lógica” propuesta habrían de estar en la base del edificio, la cual habría de ser más amplia que el resto con el fin de poder abrir esos vanos de arco de medio punto (típicamente romanos), en definitiva una serie de propuestas constructivas acordes con los conocimientos técnicos que en su época se tenían.
El grabador de la misma forma introduce otra serie de elementos anecdóticos que si bien su fin es el de contextualizar los edificios, acaban por desvirtuarlos y ahondar en la diferenciación con las obras que se quieren representar. En este sentido los obeliscos flanqueando las pirámides, los altares para los sacrificios, los esclavos trabajando o los mismos reyes vestidos de forma clásica rompen la perspectiva histórica hasta tal punto de que el grabado se aleja totalmente de la realidad que pretende describir.
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