La paga del pecado es muerte,mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Romanos 6:23.
En el año 1889, el luchador Louis Launey fue llevado a la tumba. Delante del coche fúnebre caminaba un grupo de hombres que llamaban la atención por sus fuertes estaturas: los atletas de París honraban por última vez a su compañero.
¿Qué había ocurrido?
El gran perro que Launey había criado, de repente había contraído la rabia y había mordido a la mujer y al hijo del atleta. El veterinario que chequeó al perro dijo: –Hay que matar a este animal.
–Esto puede hacerse rápidamente, repuso el atleta. E, inmediatamente con sus fuertes brazos, apretó al animal y lo ahogó. Pero durante esta lucha a muerte, el perro mordió a su amo. La pequeña herida apenas era visible. –No tiene importancia, dijo Launey, confiando en la fuerza de su físico.
Luego llevó a su mujer e hijo al Instituto Louis Pasteur, fundado el año anterior por el médico que llevaba ese nombre y que había descubierto la vacuna antirrábica. Allí fueron curados a tiempo, pero Launey no quiso que lo tratasen.
Poco después, una mañana, ese fuerte hombre tuvo una terrible crisis que manifestó los síntomas característicos de la infección. Esa misma tarde terribles dolores pusieron fin a su vida. Él había pensado: «Mi esposa y mi hijo necesitan a un médico, pero yo no».
Esta es la excusa que muchos ponen para rechazar el mensaje de la divina salvación. Pero la gracia de Dios en Jesucristo es el único medio que puede salvar de la muerte eterna al ser humano envenenado por el pecado.
Romanos 6:23.
En el año 1889, el luchador Louis Launey fue llevado a la tumba. Delante del coche fúnebre caminaba un grupo de hombres que llamaban la atención por sus fuertes estaturas: los atletas de París honraban por última vez a su compañero.
¿Qué había ocurrido?
El gran perro que Launey había criado, de repente había contraído la rabia y había mordido a la mujer y al hijo del atleta. El veterinario que chequeó al perro dijo: –Hay que matar a este animal.
–Esto puede hacerse rápidamente, repuso el atleta. E, inmediatamente con sus fuertes brazos, apretó al animal y lo ahogó. Pero durante esta lucha a muerte, el perro mordió a su amo. La pequeña herida apenas era visible. –No tiene importancia, dijo Launey, confiando en la fuerza de su físico.
Luego llevó a su mujer e hijo al Instituto Louis Pasteur, fundado el año anterior por el médico que llevaba ese nombre y que había descubierto la vacuna antirrábica. Allí fueron curados a tiempo, pero Launey no quiso que lo tratasen.
Poco después, una mañana, ese fuerte hombre tuvo una terrible crisis que manifestó los síntomas característicos de la infección. Esa misma tarde terribles dolores pusieron fin a su vida. Él había pensado: «Mi esposa y mi hijo necesitan a un médico, pero yo no».
Esta es la excusa que muchos ponen para rechazar el mensaje de la divina salvación. Pero la gracia de Dios en Jesucristo es el único medio que puede salvar de la muerte eterna al ser humano envenenado por el pecado.
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